Glenn Murray nos comenta la importancia del real de a uno de 1587, procedente del Real Ingenio de Segovia, desconocido hasta hoy. Se trata de una pieza más rara que cualquiera de los cincuentines, y que se da a conocer aquí gracias a Cayón Subastas.
Citado por Diego de Colmenares (1637) pero inédito hasta hoy, por fin tenemos el único ejemplar conocido del cuarto valor acuñado por Felipe II en su Real Ingenio de Segovia -el real sencillo-, supuestamente completando la serie, ya que Colmenares no cita, ni consta la acuñación, del medio real. Es por reinado y módulo, la pieza, sin duda, más rara acuñada en la enigmática Ceca del rey Prudente, y con toda probabilidad, labrada en su real presencia. Es también el primer real sencillo con fecha de la numismática española y el primero acuñado a máquina. ¡Por su gran singularidad, podríamos decir que esta pieza es más rara que cualquier cincuentín!
A diferencia de las demás cecas, consta que toda la plata labrada en el “Nuevo Yngenio de Segovia” durante el siglo XVI pertenecía a Felipe II, teniendo los datos sobre la procedencia de todo el metal acuñado y puesto que el propio rey nos lo confirma en la Instrucción de 1596 cuando concede facilidades especiales a los mercaderes de plata de Sevilla en un intento de animarles a traer sus metales a labrar a su fábrica particular. Sin duda, la ventaja principal que concedía en la Instrucción era la posibilidad de labrar toda la plata traída a Segovia en reales de a cuatro y de a ocho, estando prohibido que los particulares labrasen estos valores en cualquier otra ceca, ya que el rey guardaba este privilegio para sí mismo como método para convertir sus metales más rápidamente en dinero contante y sonante, obligando a los particulares a labrar lo suyo en moneda menuda para buscar así un equilibrio de proporciones en los módulos del circulante. Dicho esto, es evidente que Felipe II no tenía intención alguna de labrar moneda menuda con su plata en su fábrica de moneda segoviana y es más, en realidad tenía otros asuntos que le llamaban más la atención, dejándonos para siempre, en clave, el enigma de su gran secreto: la falta de sigla del ensayador en todas sus monedas acuñadas en el Real Ingenio, incluyendo este real sencillo de 1587.
El gran fraude cometido en el Real Ingenio, -que en el cerebro del rey prudente no era más que un atrevido experimento-, está explicado en detalle en dos artículos míos (Murray, Glenn, 1998, “Felipe II: la falta de la sigla del ensayador en sus monedas del Real Ingenio de Segovia”, Gaceta Numismática, 129, págs. 53-62; idem, 2001, “El rechazo de la moneda perfecta del Real Ingenio de Segovia: el fraude de Felipe II y los cercenadores genoveses”, NVMISMA, 245, págs. 175-181). En breve: el rey quería saber los beneficios que le podría resultar por una rebaja secreta en la ley de la moneda (ni más ni menos de lo que haría Carlos III reservadamente en 1771 y 1786), por lo que mandó suprimir la sigla de ensayador (cosa que no haría Carlos III para no llamar la atención con su fraude). El experimento duró un solo año, el primero del funcionamiento del Real Ingenio, o sea 1586, en el cual, en lugar de salir la moneda con 11 dineros y 4 décimos de ley, salió con 11 dineros y 2 décimos, en un total de 18.279 kilos de moneda acuñada ese año. Dos años más tarde, cuando el Licenciado Armenteros, miembro del Real Consejo y Alcalde de su Real Casa y Corte, tuvo indicios de este fraude, -gracias a los rumores provenientes de una investigación que estaba realizando en todas las cecas-, advertía al rey Prudente: “…si Vuestra Magestad la lleba la falta que ay en la ley, a quenta de Vuestra Magestad se pondrá”. Consta en la documentación -aunque sea 50 años mas tarde cuando se redescubre el fraude que se había mantenido en secreto hasta entonces-, y por los cálculos que he hecho de la aleación de la plata, que este fraude se llevó a cabo solo con la partida de plata labrada en 1586. Pero es evidente que Felipe II no manda colocar la sigla de ensayador en las monedas de dicha fábrica en los años siguientes, por no llamar la atención sobre el fraude que había perpetrado, sin duda justificando su artimaña en que la plata era suya, y él era el rey. No obstante, la decisión de no poner la sigla de ensayador en las piezas acuñadas a partir de 1587 resultó ser bastante inoportuna, porque hasta que Hacienda descubrió y desveló la noticia sobre este fraude 50 años más tarde, todas estas monedas en las que faltaba la sigla, aunque fueron de buena ley, existían rumores de la falta de plata.
Cuadro de los kilos de moneda de plata acuñada y módulos conocidos en el Real Ingenio durante el reinado de Felipe II, con el real sencillo, protagonista de este artículo, en verde.
Para tener una idea, los poco más de 8 toneladas de moneda de plata acuñada en 1587 hubieran dado para 298.008 piezas de a ocho reales (algo menos tomando en cuenta los escasísimos módulos menores labrados, que la documentación no nos permita desglosar, pero a la vez un poco más considerando el feble que hubo).
Habiendo repasado el motivo por el que toda la plata fue labrada en reales de a cuatro y a ocho, y el fraude que dejó como testigo silencioso la falta de sigla del ensayador en todas las monedas, ahora veremos la circunstancia que pensamos dio origen a este real sencillo de reciente descubrimiento. Se trata nada más ni nada menos que una visita de Felipe II al Real Ingenio. La primera visita del rey a lo que sería su fábrica de moneda particular fue en octubre de 1583, un mes después de haber cerrado la compra del antiguo molino de papel donde se construiría la flamante ceca mecanizada, acompañado de su arquitecto Juan de Herrera. Según explicó el corregidor de Segovia al secretario del rey en carta de 26 de dicho mes: “Avemos andado estos días todos tan ocupados con Su Magestad… que llegó aquí Filiberto con sus alemanes y aviendo venido Juan de Herrera, nos vimos juntos en el molino, y aunque con harta dificultad, se concertaron en la manera del edifiçio y se hizo su planta...” (A.G.S., Guerra Antigua, leg. 150, fol. 372). Desde esa visita del rey, y a lo largo de la obra de la construcción de la fábrica, no hay noticia de otra visita hasta cuatro años más tarde, en octubre de 1587, que es precisamente la que nos interesa en este artículo. El historiador segoviano Diego de Colmenares (1586-1651), nos la cuenta en su “Historia de la insigne ciudad de Segovia...” publicada en 1637 y probablemente de referencia de boca en boca ya que apenas contaba con 15 meses de edad cuando tuvo lugar la visita.
Hay escasas variantes del real de a ocho de 1587 con una orla de laurel en anverso y reverso, como el que vemos. Podemos imaginar que estas piezas fueron labradas durante la visita de Felipe II al Real Ingenio, para él y sus invitados.
Según Colmenares: “Miércoles, 14 de otubre deste año (1587), llegaron a nuestra ciudad el rey, la emperatriz su hermana, viuda del emperador Maximiliano II, príncipe don Felipe, infanta doña Isabel, y mucho cortejo, a ver el renuevo que en el Alcázar se hacia… Siguiente día, jueves, bajaron al nuevo Ingenio de Moneda, donde vieron labrar oro en escudos, doblones de a dos, de a cuatro y de a ocho; y plata en reales sencillos, de a dos, de a cuatro y de a ocho...”. El ensayador alemán, Joaquín Lingahol, también deja constancia de esta visita -según dice, de tres horas-, en los informes que él envió al archiduque Fernando de Tirol, que había regalado las máquinas a su primo, Felipe II.
Muchos hemos dudado de la exactitud numismática de lo que cuenta Colmenares, puesto que es improbable que haya investigado este detalle en los archivos de la fábrica para documentar bien los valores acuñados. Es más, nunca se ha conocido una moneda de oro de Felipe II del Ingenio, y ahora habiendo revisado con sumo detalle la documentación histórica de la fábrica, tampoco consta que se haya acuñado ese metal jamás en el Ingenio durante este reinado, ni que hubiera llegado partida alguna de oro antes de 1590 (en dicho año entró por salida porque fue llevado directamente a las obras de decoración en El Escorial). Es más, y eso sí es llamativo, el escudo de a ocho que cita Colmenares no se ’inventa’ hasta la llegada del grabador Diego de Astor, inventor de los cincuentines y centenes, al Ingenio en 1609, módulo siendo por tanto bien conocido en 1637 cuando Colmenares publica su libro.
Respecto a la plata que se acuñó en 1587, consta que se labraron 8.186 kilos de moneda de plata en el Real Ingenio. Esa plata fue enviada desde la Casa de Contratación en Sevilla de acuerdo con cédula de 8 de diciembre de 1586, que dispuso el envío de 35.000 marcos de la plata del rey. La plata llegó al Ingenio a mediados de enero de 1587 en dos envíos y 128 cajones, pesando un total de 34.959 marcos. Todas las barras procedían de Nueva España y venían sin señal de su ley. A esta cantidad, se añadieron 1.642 marcos de plata que había sobrado de la labor de 1586 en escobillas, relaves y otros residuos, y después de afinar, todo junto pesaban 33.954 marcos de plata pura de 12 dineros de ley. A esta cantidad se ligó un total de 2.338 marcos (538 kilos) de cobre, por el ensayador Juan de Morales, resultando una aleación de 36.293 marcos (8.349 kilos) de plata supuestamente puesta a la ley de 11 dineros y 4 granos. No obstante, con estos datos, podemos calcular que en realidad la ley salió a 11 dineros y 5 granos y medio, una obvia y exagerada corrección de la deficiencia en la ley del año anterior, seguramente ordenada por el rey, y probable motivo de la misteriosa carta del secretario Ibarra en Madrid del 16 de diciembre de 1586 a Morales en Segovia ordenándole que: “Para çierta cossa del serviçio de Su Magestad, conviene venga aquí…”. Este exceso en la ley también viene comentado en el pleito de los herederos del teniente de tesorero de la fábrica, Alonso Moreno, en 1598.
El 8 de mayo de 1587 el rey dio una instrucción para la labor de esta partida y desde el 15 de mayo hasta el 20 de octubre se iba labrando la plata, que tras estos 5 meses y 5 días de acuñaciones, dio un total de 35.583 marcos (8.186 kilos) de moneda acuñada por peso, y 81.412.660 maravedís (2.394.490 reales) en valor por moneda contada pieza por pieza, de la cual procedieron 354.586 maravedís (10.429 reales) en el feble de la moneda por haber salido las piezas 99,56% de su debida talla, feble que fue aplicado en este caso para compensar las mermas de la fundición. Según el valor por moneda contada, si toda fuese acuñada en reales de a ocho, el total producido hubiera sido 299.311 piezas (o menos de la mitad del año anterior), de las cuales 1.304 piezas habrían sido depositadas el arca del feble. Hemos de insistir que estos 1.304 reales de a ocho no eran faltos de peso respecto a los demás, sino que eran simplemente el número de piezas que salieron en exceso de lo debido de toda la partida, -según la talla que marcaba la legislación (67 reales por marco)-, debido a la pequeñísima falta de peso en todas las monedas en general, objetivo deseado (y perfectamente normal según la tolerancia permitida), para no emitir monedas con exceso de peso.
Se conocen tres ejemplares del real de a dos de 1587, éste con la leyenda del reverso girada 90º en sentido del reloj (el que vemos pertenece a una colección particular). Debido a su rareza y a que el rey solo acuñaba módulos mayores en el Ingenio, podemos suponer que estas piezas también fueron acuñadas durante su visita a la fábrica, junto con el real sencillo protagonista de este artículo.
Rodillo para el maravedí de a dos de Felipe V, con 7 grabados en su desarrollo (Foto: Museo Casa de Moneda, Madrid). El real sencillo tenía aproximadamente el mismo diámetro que el real sencillo, por lo que podemos suponer que los rodillos para la pieza protagonista de este artículo tenían también 7 grabados en su desarrollo, lo que podría dar, en teoría igual numero de variantes de anverso y reverso, en piezas que podrían aparecer en el futuro.
Respecto a la posibilidad de que existan otros valores de moneda de plata de 1587, aparte de lo que citó Colmenares (el medio real, por ejemplo), y a falta de otra documentación que lo confirme, destacamos que la primera instrucción para labrar la plata en 1586 especificó que toda la plata había de ser labrada en reales de a ocho, y de hecho hoy no se conoce otro valor. Pero a partir del 8 de mayo de 1587, regía otra “Instruçtión para labrar la plata que ay en el Ingenio de Segovia”, que, aunque no especificó los valores por labrar, manda que: “El habridor de cuños ha de travajar en su officio en el obrador que para ello huviere, en que ha de haver fragua y el demás aparejo neçessario, y se ocupará en habrir cunos de todos suertes de monedas, como le fuere ordenado...” (Rivero, C. Mª del, El Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 1919, pág. 17).
Teniendo en cuenta que la Instrucción del 31 de diciembre de 1596 -a primera ordenanza definitiva de la nueva fábrica-, cita en la primera de sus 44 cláusulas: “Tengo por bien y mando que en el dicho Ingenio se labren reales de a ocho y de a quatro, por ser muy acomodado para esto…”, podemos imaginar que se hubiera experimentado con la acuñación de valores menores a rodillo (A.G.S., Tribunal Mayor de Cuentas, leg. 906, (sin fol.). No obstante, de esta ceca y reinado, solo hemos conocido, hasta hoy, los reales de a 2, 4 y 8.
En suma, teniendo en cuenta que el real sencillo de Felipe II del Ingenio segoviano representa un nuevo valor desconocido hasta hoy para esta ceca y reinado, creemos que estamos ante un descubrimiento de gran transcendencia para la numismática española.
Dr. Glenn Murray
Presidente, Amigos de la Casa de la Moneda de Segovia