Hablar de numismática como inversión es hablar de bullion, y esta denominación anglosajona se liga, a su vez, a un nombre acuñado con letras de oro, nunca mejor dicho: krugerrand.
El oro, como producto de inversión, ha despertado siempre una gran atracción, aunque alejada del pequeño y mediano ahorrador-inversor que no podía acceder con facilidad a los mercados de Londres, Zurich o Paris, o adquirir el preciado metal en lingotes por su alto coste, dificultad a la hora de guardarlos, etc. De ahí que la lógica alternativa a esta aparente inaccesibilidad fuera la moneda áurea.
Para ello, la industria aurífera sudafricana ideó tal alternativa, el krugerrand, hace más de cuarenta años, en 1967.
Pero había un problema, ya que una moneda ha de tener siempre un determinado valor facial, mientras que el precio del oro es variable según la fuerza de los mercados bursátiles.
Tal tesis fue resuelta por los sudafricanos con la creación de una moneda carente de dicho valor facial, si bien debiera ser de curso legal en el país emisor. Esto era muy importante para evitar la subida de los precios de tasación normalmente aplicados a otras formas de trabajar el oro, como las medallas o los objetos de joyería.
Así nace en 1967 el krugerrand, una moneda de oro de una onza troy de peso (33,931 gr.) y ley de 22 quilates, con 32,7mm. de diámetro, 2,77mm. de espesor y un fino de .917, sin facial, pero con una inscripción grabada en el reverso: “Una onza de oro fino”. Fue declarada por ley como moneda de curso legal, debiendo ser aceptada en territorio sudafricano como elemento formal de pago en las transacciones comerciales, según indica su Constitución.
Al no tener un valor nominal, como cualquier moneda circulante, su precio se fija todos los días en el London Fixing y se convierte después en rands. Dado que la nueva moneda de una onza de oro se caracterizaba por su falta de valor facial, debería ser conocida por algún nombre ligado a la consideración de la unidad monetaria nacional: el rand, creado en 1961 tras adoptar Sudáfrica el sistema decimal, una vez fuera de la dependencia cobritánica, aunque dentro del seno de la Commonwealth.
Aún así, el krugerrand no fue creado para ser usado como dinero sino como un instrumento para comercializar el oro sudafricano.
La denominación e imagen del anverso
El nombre de rand proviene de las últimas letras de la denominación de una región llamada Witwatersrand, en el antiguo Transvaal, importante área de producción aurífera descubierta a finales del siglo XIX.
A tal denominación, rand, se le unión el apellido de quien fuera primer presidente de Transvaal y lider antibritánico, Paul Krüger, cuya imagen fue utilizada como diseño principal del anverso de la nueva moneda, con el mismo modelo de los utilizados en los chelines emitidos entre 1892 y 1897. De ahí el mundialmente conocido nombre de krugerrand.
Stephanus Johannes Paulus Krüger ((Vaalbank, El Cabo, 10 de octubre de 1825 – Clarens, Suiza, 14 de julio de 1904), más conocido como Paul Kruger y cariñosamente conocido como Oom Paul (“Tío Paul” en afrikaans) fue un prominente líder de la resistencia Bóer contra Gran Bretaña y presidente de la República de Transvaal en Sudáfrica.
Nació en la colonia británica de El Cabo en una familia puritana de origen alemán, establecida desde la época de la colonización holandesa. Los conflictos entre las autoridades coloniales británicas y la población europea no británica establecida con anterioridad (los bóers) forzaron a la familia a sumarse a la Gran Migración hacia el norte (el Great Trek de 1836-44). Los Krüger se instalaron en el Transvaal, participando en la fundación de un Estado Bóer sobre aquel territorio, del que Paul llegaría a ser vicepresidente (1852).
Cuando, en 1877, Gran Bretaña se anexionó también aquella región, Kruger encabezó la resistencia junto con Pretorius y Joubert, consiguiendo que el gobierno británico reconociera la independencia de la República del Transvaal, tras imponerse en la «Primera Guerra de los Bóers» (batalla de Majuba, 1881). Krüger fue elegido presidente del Transvaal (1883-1900), ejerciendo un gobierno autoritario, paternalista e inspirado en la interpretación protestante de la Biblia.
El descubrimiento de minas de oro en Witwatersrand (1886) impulsó el crecimiento económico y atrajo hacia el Transvaal trabajadores inmigrantes europeos (los uitlanders), a los que el gobierno mantuvo marginados y privados de derechos políticos. Las ambiciones británicas sobre el territorio se acrecentaron, dando lugar a graves incidentes como el raid de Jameson de 1895 (frustrada expedición británica lanzada por Rhodes para derrocar a Kruger con apoyo de los uitlanders).
El 11 de Octubre de 1899, estalló la Segunda Guerra Anglo-Bóer. Abandonando su país un año después, Kruger fue a Marsella y permaneció por un tiempo en los Países Bajos, antes de mudarse a Clarens, Suiza, donde murió el 14 de Julio de 1904.
Springbok en el reverso
El diseño del reverso, obra del escultor sudafricano Coert Steynberg, muestra un Springbok, Antidorcas marsupiales, antílope que habita las sabanas del África austral: Namibia, Angola, Botswana y Sudáfrica, siendo uno de los símbolos nacionales de ese país.
El nombre “Suid-Afrika” y el contenido de oro está escrito tanto en afrikaans como en inglés.
Una onza de oro
Al principio sólo se acuñaron krugerrands en piezas de una onza, siendo 40.000 la tirada de la emisión de 1967. Pero en los años setenta el precio del oro aumentó de manera desorbitada, superando a finales de 1974 los 800 dólares la onza, de ahí la necesidad de acuñar monedas de 1/2, 1/4 y 1/10 de onza. Esto verificó la finalidad para la que la moneda había sido acuñada: hacer accesible el oro al hombre de la calle.
El krugerrand fue la primera moneda de oro en contener exactamente una onza de oro fino, y fue proyectado a partir del momento de creación para proporcionar un vehículo para la propiedad privada de oro. Otorgando curso legal a la moneda, los rands podrían ser poseídos por ciudadanos de los Estados Unidos al tiempo que allí se prohibió la propiedad privada del oro en lingotes, pero se permitió la propiedad de monedas extranjeras. Sin embargo, debido a la política de apartheid en Sudáfrica, el rand fue declarado ilegal para importar en muchos países occidentales durante los años 1970 y 1980 hasta que tal sistema de boicot y bloqueo económico fue levantado entre 1990 y 1994.
Al principio, el krugerrand fue vendido con una prima exorbitante del 5% sobre la base del valor de oro en los mercados. Hoy día, los ”kruger”, como son popularmente conocidos estos bullions, poseen primas más atractivas de un 1%, o menos, por encima o debajo del precio de mercado del oro.
En tanto que el krugerrand es acuñado con una aleación de oro que es puro en el 91.67% (22 quilates), el peso real de una moneda de una onza es de 1,09 onzas (33.93 gr.). El resto de la masa de la moneda es cobre (2.826 gr.), dando al “kruger” un aspecto más naranja que las monedas de oro aleadas con plata. En 1980, otros tres tamaños fueron introducidos, ofreciéndose de medio, cuarto, y décimo de onza de peso.
La actual South African Mint Company Ltd., ceca de Sudáfrica, compañía privatizada en 1988 y dependiente del SA Reserve Bank, es la heredera de la South African Mint creada en Pretoria en 1941, tras el cierre de la Royal Mint Pretoria.
Desde 1967 han acuñado y vendido hasta ahora en forma de krugerrands más de 60 millones de onzas, casi 2.000 toneladas de oro, pese al período de aislamiento comercial que sufrió Sudáfrica en la época del apartheid.
La tirada más alta de 1 onza de krugerrand se produjo en 1978, con 6.012.000 de piezas. Mientras que los años 1987 y 1992, con 11.000 y 1.100 piezas respectivamente fueron los más bajos en producción de monedas de oro sudafricanas.
El éxito del krugerrand condujo a muchas otras naciones que producen oro a acuñar sus propias monedas en metales preciosos: la “Hoja de Arce” canadiense en 1979 (Canadian Maple Leafe); “Pepita” australiana en 1981 (Australian Nugget); el “Águila” americana en 1986 (Golden Eagles); “Filarmónica de Viena” en 1996 (Wiener Philharmoniker); “Panda” chino; las “Kookaburra”, “Canguro” o “Koala” australianos…, entre otras acuñaciones áureas.
Autor/a: José María Martínez Gallego