AENP. La salida a subasta de una estátera de Koson en el próximo remate de Martí Hervera, Soler y Llach nos da un nuevo motivo para reflexionar acerca de la continua sospecha que acecha sobre el comercio numismático por parte de algunos sectores.
Si han revisado ustedes el catálogo de la subasta de Martí Hervera, Soler y Llach del próximo 20 de diciembre, quizás se hayan parado a leer el comentario que acompaña al lote nº 6, una estátera de Koson, acuñada por los reyes de Tracia a mediados del s. I a.C. En él se puede leer que la pieza procede de la colección Carreras Candi, formada antes de la Guerra Civil, por lo que no puede proceder de un expolio arqueológico reciente.
Este comentario merece una explicación detallada sobre la problemática que subyace tras la comercialización de estas monedas en los últimos años. En 2013 el gobierno de Rumanía anunció a bombo y platillo la recuperación de un conjunto de 145 monedas de oro, del mismo tipo de la que ahora nos ocupa, que habría sido expoliado del yacimiento arqueológico de Sarmizagetusa Regia, antigua capital de Dacia, y que iba a ser subastado en Alemania. Al parecer el saqueo de este enclave, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ha sido continuo en los primeros años del siglo XXI por bandas organizadas que se dedican a vender materiales arqueológicos de origen ilícito a casas de subastas de España, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos.
Desde 2007 el gobierno de Rumanía viene desarrollando exhaustivas campañas de rastreo y recuperación de estas piezas, encabezadas por Ernest Oberlander-Tarnoveanu, director del Museo Nacional de Historia de Bucarest.
Hasta aquí, nada que objetar, puesto que se trata del legítimo derecho de un país soberano a recuperar su patrimonio expoliado y sacado ilegalmente del país. El problema viene cuando la sospecha de ilegalidad se extiende a cualquier moneda de procedencia rumana que esté en el mercado de antigüedades.
La estátera que sale ahora a subasta procede de una antigua colección, la de Francisco Carreras Candi (1862-1937), historiador, geógrafo y político catalán, miembro, entre otras instituciones, de la Real Academia de la Historia, que formó su monetario entre finales del siglo XIX y principios del XX. Conocer el pedigrí de esta moneda, permite asegurar a las firmas barcelonesas Martí Hervera y Soler y Llach que no todas las monedas acuñadas en Koson que se encuentran en el mercado proceden de expolios arqueológicos, frente a lo que viene defendiendo el gobierno rumano.
Conviene recordar también que estas monedas de Koson no son raras y se conocen desde hace mucho tiempo. Sin haber hecho un rastreo exhaustivo, con una simple búsqueda en Internet, podemos encontrar ejemplares similares en el Museo Británico, la Biblioteca Nacional de Francia o el Gabinete Numismático de Berlín, por citar solo tres ejemplos. Esta presencia en colecciones formadas en el siglo XIX prueba que son piezas que se mueven en los círculos numismáticos desde hace siglo y medio, por lo que no se puede deducir que todas las que están ahora en el mercado procedan de expolios recientes.
Ante las demandas del gobierno rumano, las autoridades españolas han optado por fallar en contra del comerciante cuando éste no ha podido probar fehacientemente la procedencia de la pieza. Así se han producido varias incautaciones de monedas de este tipo en España ante la simple sospecha de que pudieran proceder del expolio arqueológico, por ejemplo, según dicta una sentencia a la que hemos tenido acceso de uno de estos procesos, ante la “apariencia (sic) de que el estado rumano es el titular”.
La parte más débil en estos procesos siempre es el comerciante, que se enfrenta a la reclamación de un estado o una administración y, en muchos casos, a la condena previa de los medios. No son raras las noticias en las que se informa de la incautación de piezas de procedencia “ilícita”, que luego se demuestra que están en el comercio de forma totalmente legal (hace unos años nos hicimos eco desde estas mismas líneas del proceso por el que Jesús Vico S.A. consiguió que le fuera devuelto el privilegio real de Zaragoza, previamente incautado a demanda del ayuntamiento de esa ciudad: http://www.panoramanumismatico.com/articulos_opinion/la_justicia_devuelve_el_privilegio_real_de_zaragoza_a_j_id01612.html ).
Lamentablemente, en la mayoría de los casos en que es el comerciante el que tiene razón, o el que devuelve una pieza a su legítimo dueño, la noticia apenas tiene trascendencia. Por otra parte, cuando una moneda tiene que ser retirada de una subasta porque existen indicios de procedencia poco clara, el rumor que se extiende entre los coleccionistas es que se trata de una pieza falsa y esa es una sombra que afecta tanto al comerciante que la ha sacado a la puja como a la propia moneda.
Es cierto que en algunos casos se aplican las directivas de convenio internacional UNIDROIT por las que se indemniza a quien haya comprado de buena fe, pero la duda siempre queda, manchando la buena imagen del profesional, sin que este disponga de demasiadas herramientas para su defensa frente a una opinión pública en la que predomina la sospecha generalizada sobre el comercio numismático.
Por eso hay que insistir una y otra vez en que el coleccionista debe guardar siempre la factura de compra de todas las monedas que adquiera, a ser posible con documentación gráfica de la pieza (algo que a día de hoy con los dispositivos digitales de que disponemos, es muy sencillo). Y por otra parte, no nos cansamos de repetir que conocer el pedigrí de las monedas, que en muchos casos podemos remontar al siglo XIX, nos evitaría problemas de esta índole.
Para terminar, otra afirmación reiterativa: el comercio numismático es un comercio legal que cuenta con varios siglos de historia, que responde a la demanda de una afición coleccionista que se remonta al Renacimiento y que no tiene por qué batallar constantemente contra una mala fama que no se atribuye, por ejemplo, al comercio de otros objetos artísticos.