La afición por el coleccionismo aporta inmensos bienes culturales, bien sea de historia, de geografía, de arte, de literatura…, pero quizás, lo más importante es que contribuye a organizar y estructurar nuestra mente, a investigar, a leer, a documentarnos, es decir, a aprender.
El coleccionista tiene una personalidad compleja y, para alguien que no lo es, puede incluso no ser comprendida. Para los que lo somos por carácter, por naturaleza, es algo que llevamos en nuestros genes, puede llegar a ser obsesiva, compulsiva, por eso debemos aprender a controlar la afición, nuestros anhelos o nuestra vehemencia.
Los coleccionistas no debemos permitir que nuestra afición se convierta en una patología compulsiva, que llevada a casos extremos podría ser tan dañina como lo es la ludopatía u otras “patías” de caracteres similares, como puede ser la compra compulsiva.
No hay colecciones “tontas” que carezcan de valores intrínsecos y añadidos.
Todas las colecciones aportan momentos inolvidables, estados de extrema dedicación y concentración, búsqueda incesante para encontrar un ejemplar más en un mercadillo, en una exposición, en algún viaje, en alguna tienda…
Pero dentro de todas estas aficiones, y dándole a cada una su importancia, una colección de las más cautivadoras es la numismática. Por ello, voy a hacer algunas comparaciones con otras colecciones con objeto de que se pueda entender por qué para este humilde coleccionista es más apasionante la moneda que otras aficiones.
Espacio: La moneda, comparada con todo lo demás, (salvo los sellos) ocupa poco lugar. Con unos cuantos monetarios tenemos suficiente.
Variedad: En moneda tenemos tan amplísimo producto donde elegir que podemos tocar todas las épocas (S. VI a. C. a nuestros días), satisfacer todos los gustos y, casi siempre, todos los bolsillos.
Durabilidad: Por tratarse de metales más o menos nobles, las podemos manejar, acariciar, transportar con mínimos cuidados. El sello, por ejemplo, hay que tratarlo, como papel que es, con unos cuidados especialísimos, no se pueden tocar (porque se arrugan, porque la grasa de las manos les afecta, se pueden rasgar o romper), no les puede dar la luz durante mucho tiempo (se decoloran), no pueden estar (sin protección) en lugares húmedos como cerca del mar, etc. Algo parecido sucede con los billetes de colección, ¡también es papel!
Documentación: Todas las colecciones poseen vasta documentación, pero con la numismática lo tenemos prácticamente todo, abarca todos los períodos, todos los países, todos los metales. Recuerdo que cuando coleccionaba moneda de la época griega, siglos VI a I a. C., al principio no encontraba documentación (estoy hablando de hace más de cuatro décadas); en mis primeros pasos me costaba mucho esfuerzo documentarme, pero poco a poco fui encontrando lo que necesitaba, aunque la mayoría estaba en inglés o en francés, pero aun así, llegué a hacerme con una biblioteca de unos 100 volúmenes relativos al tema. Si escogemos monedas más corrientes, o más modernas, veremos que casi todo está reflejado en libros y catálogos especializados. Además, tenemos Internet, una herramienta que se nos hace imprescindible a la hora de conocer los mercados y sus oscilaciones. Personalmente recomiendo seguir por la Red las subastas de monedas. Si hemos elegido coleccionar moneda española, tenemos la suerte de que en casi todas las subastas internacionales aparece alguna representación de nuestro país. También somos afortunados por la cantidad de profesionales que existen en torno a la moneda y que, cada vez más, podemos llegar a ellos a través de Internet.
El coleccionismo de monedas también tiene algún «pero» y no es otro que el de su visualidad. Por su valor crematístico, las monedas deben de estar guardadas, escondidas en cajas fuertes, incluso en bancos. Por ello el disfrute de su exposición es limitado, y si queremos compartirlo con alguien debemos sacarlas de su escondrijo para mostrarlas. En este sentido, es una afición que se realiza en solitario y además, frecuentemente, pocas personas de nuestro entorno comparten nuestro entusiasmo. Un bonito cuadro está colgado de una pared, todo el que venga a casa puede disfrutar de él. Lo mismo ocurre con un buen reloj de sobremesa. O con una geoda de amatista. O con un bronce romano. Son colecciones más de exposición.
Resumiendo, coleccione monedas si le gusta, seleccione lo que más le atraiga y… adelante. Si por algún motivo lo que ha elegido en primera instancia deja de satisfacerle, no lo dude, acuda a un profesional, a una casa de subastas, venda o subaste lo que tiene y empiece de nuevo. También existe la opción de “cambiar” piezas feas por otras más bonitas o mejor conservadas; verdaderamente no hay límites y todas las posibilidades están abiertas. Además, como resultado añadido, se dará cuenta de que su colección, con toda probabilidad se revalorizará.
Rafael Tauler Fesser
www.onzasmacuquinas.com
Autor/a: Rafael Tauler Fesser