El tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes vuelve por fin a España. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el destino que espera al más de medio millón de monedas que pasarán a engrosar los fondos de diversos museos e instituciones españolas?
Parafraseando el famoso aviso con el que, en su cabalgada, Paul Revere avisaba de la llegada de las tropas inglesas al comienzo de la Guerra de Independencia americana, la prensa de estos últimos se despierta con la noticia de que, una vez que la justicia estadounidense ha rechazado todos los recursos y las pretensiones de la empresa Odissey y ha considerado que las monedas deben ser devueltas a España, su legítima propietaria, este hecho está a punto de cumplirse. Hay que reconocer que la justicia estadounidense, en este caso, ha funcionado de manera admirable y toda la cobertura que están dando al proceso es impecable y, también, la labor del servicio diplomático español en la zona.
Dejando de lado todos los precedentes y las numerosas visitas de las naves de esta empresa por las costas de Andalucía en años pasados, hay que reconocer que el estado español ha ejercido una presión y una acción legal adecuadas y correctas a favor de la preservación del patrimonio numismático, y por ello histórico de España, por más que las monedas o la numismática sean las parientes pobres y difamadas de la arqueología, casi siempre en relación con intervenciones judiciales, policiales y en portadas de telediarios y prensa, que hablan del “incalculable valor” de lo incautado.
Independientemente de la correcta actividad de los cuerpos de seguridad del Estado a favor de la preservación del Patrimonio arqueológico, hay que reconocer que la solución judicial final de muchas de estas intervenciones no tiene los resultados esperados o acordes con la intervención, al tiempo que, desde luego, no reciben la misma atención mediática (véase la nota en el catálogo de la subasta de la firma de J. Vico de fecha 10 de noviembre de 2011 sobre un caso realmente escandaloso).
Pero volviendo al tema de las monedas de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, ¿y ahora qué? En este último mes hemos asistido a dos corrientes de opinión y comentarios: una, procedente, sobre todo, de los foros de opinión en los que se vertían todo tipo de sugerencias y valoraciones, algunas trasnochadas de ultranacionalismo anti-colonial, y que, salvo algunas honrosas excepciones, poco aportaban a la discusión. Debo decir que en algún foro numismático había quien, con toda la coherencia, se preguntaba por el estudio futuro del conjunto monetario, algo que se ha echado en falta en otras instituciones.
La segunda corriente, procedente de instituciones, más o menos, es la más sorprendente. Que antes de que el conjunto vuelva a España, sin que nadie hable de su estudio pormenorizado y sistemático (tipos, series, estudios de cuños, variantes, etc… por no mencionar más que algunos pocos detalles de investigación numismática) o de preservar la unidad científica del conjunto por más que sea un envío de monedas desde las provincias de ultramar (en su momento), se sugiera o pida su reparto y despiece entre diferentes instituciones con argumentos, a mi juicio, bastante peregrinos: el Centro de Arqueología Submarina de la Junta de Andalucía de Cádiz, el Museo Nacional de Arqueología Submarina de Cartagena, el Museo de Sevilla y hasta la Asociación de Amigos de la Casa de la Moneda de Segovia piden parte del conjunto, y supongo que habrá alguno más.
Parece que la lógica científica de la unidad del material no ha preocupado mucho, ni la tradicional normativa del ministerio de Cultura de preservar las colecciones y conjuntos allí donde se depositen. ¿O es que ahora se han cambiado los criterios y todo vuelve a repartirse? Si se abre la caja de los truenos vamos asistir a una suculenta ración de peticiones sobre colecciones guardadas en Museos Nacionales y su vuelta a lugares de aparición, origen o procedencia. Es verdad que alguna autonomía, como la andaluza, ya tiene normas en ese sentido y la unidad documental de los museos puede desaparecer en virtud de otros criterios pero tengo entendido que el Ministerio de Cultura no es de la misma opinión.
Es de suponer que, correspondiendo su gestión al Ministerio de Cultura, este decidirá donde se ubica, ya sea en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid o en cualquier otro lugar, se haga una exposición “ajustadita” para publicitar y rentabilizar políticamente este asunt (oal fin y al cabo son momentos de crisis) y…
Las 594.000 monedas que vuelven duplican, o mejor dicho triplican, los fondos del Gabinete Numismático de dicho museo. Si consideramos que la institución, en sus casi 145 años de existencia, sólo ha publicado catálogos parciales de la colección árabe (Rada y Delgado, Madrid, 1892) y, a pesar de la inclusión de la soberbia colección de A. Vives Escudero, pocos años después, no ha vuelto a publicar ningún catálogo de esta serie salvo unas entradas parciales en la página web. F. Mateu y Llopis publicó la espectacular colección visigoda del Museo (Madrid, 1936), incautada, o mejor dicho, expoliada en el verano de 1936 por orden del Gobierno de la República con el resto de las monedas de oro del Gabinete y que, en una historia conocida pero poco publicitada, al parecer terminaría sus días fundida en Méjico como medio de vida de algunas personas, aunque su salida de España fue anterior al final de la Guerra Civil (si al menos se hubieran vendido para comprar armas para la República, o comida para su población, no sería menos excusable el expolio patrimonial, pero algo más justificable, seguro). Las colecciones de moneda ibérica fueron publicadas por J. Mª de Navascués a finales de los años 60 (Madrid, 1969-71), pero antes de la incorporación de la famosa colección Sastre. Las últimas aportaciones realizadas, bajo la forma del Sylloge Nummorum Graecorum, son los volúmenes de Hispania I, Gadir y Ebusus y Ciudades feno-púnicas (Alfaro, 1994 y 2004) y II Cecas meridionales (Arévalo, Madrid, 2005).
Es decir, que en los últimos veinte años, se han publicado 3561 monedas en tres syllogai (986, 1501 y 1074 piezas respectivamente) al margen de los ejemplares citados en la red y en el sistema Domus de registro de materiales de museos…
Sólo nos queda desear lo mejor al retorno de este tesoro recuperado y esperar que el interés mediático suscitado sobre él agilice su estudio y publicación (bajo cualquier forma, impresa o digital), sea cual sea su ubicación final, y que no tenga el mismo destino que otras colecciones que aguardan su publicación, desaparecido ya el voluntarismo de formación de décadas pasadas.
Al fin y al cabo vamos por buen camino, ya que toda la prensa menciona la impecable labor del equipo enviado por el ministerio que, sólo en un día, había revisado el tercio del material (más de 100.000 monedas u objetos) y para el fin de semana, a ese ritmo, tendrá todo el tesoro revisado por lo que su publicación y estudio no se hará esperar y, doscientos ocho años después, el envío de monedas llega a su destino original.
Alberto J. Canto García es profesor titular de Arqueología y Numismática de la Universidad Autónoma de Madrid.
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