La nueva colección de la Royal Mint presenta un recorrido por la historia reciente de Gran Bretaña a través de su moneda pequeña, acuñada por cinco diferentes soberanos.
Casi doscientos años separan los límites históricos que abarca esta nueva colección que saca ahora al mercado la ceca real inglesa, y que une los reinados de dos soberanas cuyo reinado ha superado el jubileo de los sesenta años. Desde la reina Victoria (1837-1901) hasta Isabel II (1952 hasta el presente), este conjunto presenta los peniques que se acuñaron mientras ocuparon el tono británico Eduardo VII (1901-1910), Jorge V (1910-1936), Jorge VI (1936-1952) y la propia Isabel II.
Falta en esta enumeración la moneda del reinado de Eduardo VIII (1936), quien, como es sabido, renunció al trono al poco tiempo de acceder a él. Las monedas con su efigie nunca llegaron a circular, aunque se conservan algunos raros troqueles en el museo de la Royal Mint.
Gracias a esta sucesión de piezas es posible ver la evolución del retrato y del estilo de la moneda circulante en Gran Bretaña a lo largo de dos siglos. Desde la efigie de la reina Victoria, retratada en un primer momento con toda su juventud y belleza por el grabador Wiliam Wyon, después por su hijo Leonard Charles Wyon y finalmente, a partir de 1895, en su edad madura, por Thoman Brock, los nombres de grabadores célebres que han dejado su huella imperecedera en la moneda se suceden: George William de Saulles para Eduardo VII, el australiano Bertram Mackennal para Jorge V, Humphrey Paget con Eduardo VIII y Jorge VI, y, finalmente, con Isabel II conocemos los retratos de Mary Gillick, Arnold Machin (1968), Raphael Maklouf (1985) hasta llegar al actual, salido del buril de Ian Rank Broadley desde 1998.
Una tradición centenaria seguida en estas acuñaciones es que la orientación del retrato del monarca cambia con respecto a su antecesor. Es decir, que si el retrato de la reina Victoria miraba hacia la izquierda, el de su sucesor, en este caso Eduardo VII, había de mirar a la derecha. Esta costumbre se hubiera roto con las monedas de Eduardo VIII, cuyo mejor perfil parece ser que miraba en el mismo sentido que el de su padre (hacia la izquierda), pero nunca llegaron a circular, y se salta un paso en la seriación, de modo que Jorge VI mira a la izquierda igual que su padre, dejando el paréntesis de las acuñaciones de su hermano, que deberían haber mirado a la derecha.
Todas las monedas tienen en común su valor, un penique, y su tipo de reverso, con la emblemática imagen de la personificación de Britannia. Están acuñadas en bronce, con un peso aproximado de 9,4 gramos y un módulo, también aproximado, de 31 milímetros. Esta presentación en edición limitada tiene un volumen máximo de 900 unidades, en calidad circulación.