El tesoro de los bárbaros

El tesoro de los bárbaros

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La nueva exposición del Museo Arqueológico de Alicante nos trae los botines conseguidos en sus saqueos por los pueblos germánicos que se han recuperado en el fondo del Rin. Por primera vez en España puede disfrutarse del espectacular hallazgo de Neupotz, uno de los mayores tesoros de objetos metálicos de época romana.

Las salas de exposiciones temporales del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, el MARQ, albergan desde este mes de abril y hasta el próximo octubre una espectacular muestra que lleva por título “El tesoro de los bárbaros”. Realizada en colaboración con el Museo Histórico del Palatinado de Speyer (Espira, Alemania), permite al visitante contemplar una buena parte del asombroso tesoro de Neupotz, además de otros tesoros recuperados en el Rin.

El tesoro de Neupotz (Renania-Palatinado, Alemania) está formado por casi mil cien objetos metálicos, en su mayoría piezas de vajilla de mesa y de cocina, herramientas, armas, instrumentos agrícolas y partes de carros, además de un pequeño lote de monedas. El hallazgo se produjo en 1980, de una manera casual, durante unas obras de dragado en un antiguo brazo del Rin. No se trataba del primer descubrimiento arqueológico en estas aguas, puesto que desde los años 60 se habían recuperado allí distintos objetos.

La exposición del MARQ nos muestra más de la mitad de los artículos que componen este abundante hallazgo, así como materiales de otros tesoros de características similares, como los de Hagenbach y Lingenfeld, pero sobre todo nos ofrece una apasionante reconstrucción histórica y arqueológica de la época y la sociedad en la que se enmarcan.

Los hallazgos del Rin son parte de los botines que los pueblos bárbaros de más allá de la frontera, el limes, obtuvieron en sus correrías por toda la Germania romana, la Galia o la actual Suiza en la segunda mitad del siglo III d.C. La gran crisis que sufrió el Imperio romano en ese convulso siglo fue especialmente notable en la zona de Germania, cuyo limes era traspasado sin apenas resistencia por pueblos bárbaros como alamanes, jutungos o francos. Quizás la más conocida de estas invasiones fue la que condujo a estos pueblos germánicos a través de toda la Galia, alcanzando incluso la península Ibérica y llegando a saquear la ciudad de Tarraco hacia el 260 d.C. El recorrido que siguieron tanto en su camino de ida como en la vuelta está marcado por los hallazgos monetarios de Galia y Germania, unas ocultaciones que nos indican un enorme horizonte de inestabilidad y la certeza de que sus propietarios no pudieron volver a recuperar sus ahorros.

Para volver a sus lugares de origen, estas tribus debían cruzar el Rin en algún momento, y el paso no debía ser fácil. El volumen del botín que transportaban era de tal calibre que debía ser trasladado en carros, como ha quedado constatado en el hallazgo de Neupotz, lo que les obligaba a utilizar la red viaria romana. Precisamente ese peso pudo haber sido la causa del hundimiento de algunos de los cargamentos, aunque en otros casos también ha quedado constancia arqueológica de enfrentamientos entre los bárbaros y las tropas romanas que defendían las fronteras.

La procedencia de los objetos nos da idea de la importancia de estas incursiones, que debieron tener aterrorizada a gran parte de Germania y a toda la Galia desde mediados del siglo III d.C. Por ejemplo, en el tesoro de Hagenbach, vecino del de Neupotz, se han localizado joyas fabricadas en el sur de la Galia y placas metálicas votivas procedentes de un santuario situado justo al norte de los Pirineos.

La composición de lo recuperado es, como hemos dicho, muy variada, aunque con predominio de las vajillas de mesa y de cocina. La rotura intencional de algunos objetos nos indica que se realizaba una partición del botín tal cual, por lo que parece que se valoraba el metal precioso más que el artículo en sí. Por otra parte, los pueblos de la Germania libre no poseían una economía monetaria, por lo que la aparición de moneda en estos hallazgos es escasa y la que aparece hay que explicarla por su valor en metal. También se han recuperado de entre las aguas del Rin restos de material orgánico como textiles o maderas, pero de ellos ya nada se puede decir porque están enormemente dañados.

En cuanto a la fecha exacta en la que se produjeron las pérdidas de estos tesoros, es muy difícil fijarla con seguridad. Debido al uso muy continuado del que disfrutan los utensilios metálicos, lo único que puede decirse es que la mayoría de lo recuperado se dataría en el siglo III, sin más precisión. La fecha más concreta la podrían proporcionar las 39 monedas que se recuperaron con el hallazgo de Neupotz, la más moderna de las cuales se fecha en época de Probo, en concreto en el año 277 d.C. Sin embargo, no está claro que este conjunto monetario se haya conservado completo, ni tampoco los grados de desgaste de las piezas se corresponden con lo esperado para esta cronología de cierre, puesto que las modernas más modernas aparecen tan gastadas como algunas del siglo I.

La exposición también nos ofrece una pequeña comparación con lo que sucedía en la zona alicantina en esa misma época del siglo III, una zona relativamente tranquila, que no se vio afectada directamente por las invasiones germánicas aunque sí por la recesión económica y la crisis social que se extendió por todo el imperio. El tesoro de sestercios de Denia, con 668 piezas, y cuya moneda más moderna se fecha en el 240 d.C. con Gordiano III, sería uno de los escasos testimonios que se pueden relacionar con las luchas por el poder imperial en relación con el establecimiento militar que estaba situado en aquel lugar. Para las invasiones, sin embargo, habría que esperar al siglo V, con la llegada de vándalos y alanos.

Fotos: página web MARQ.

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