Pionero del mercado numismático español, sus catálogos son referencia obligada para coleccionistas y comerciantes. Ahora presenta su nueva obra, Las monedas de los griegos y sus enemigos, fruto de varios años de trabajo.
Al encontrarse por primera vez con su nuevo libro, no cabe duda de que estamos ante un enorme contingente de información que lleva detrás muchos años de trabajo. ¿Cuándo comenzó a gestarse este catálogo?
En febrero de 2001 empezó el trabajo de abrir fichas. Seis años después di por terminado ese trabajo. Naturalmente esta no era mi dedicación exclusiva, pues me ocupaba de ello en los tiempos que me permitía mi trabajo profesional, aunque debo decir que en muchas ocasiones dedicaba semanas exclusivamente al catálogo. Después vino sacar noticias para amenizar y a la vez documentar mitológica e históricamente el catálogo en sí.
Tuve un lapso de quizás dos años en que lo dejé y por la insistencia de Juan, mi hijo, y su ayuda, retomamos, él y yo, con buen impulso la culminación de esta obra que ahora nos ocupa.
Usted ha optado por continuar con la división clásica de la numismática, incluyendo entre la moneda griega las emisiones cartaginesas o las celtas, por ejemplo. ¿No hubiera sido más sencillo dejarlas fuera y dedicar un catálogo monográfico a cada una de ellas?
Las series griegas de siempre se han estudiado y catalogado dentro del tiempo en que los griegos hicieron historia y en espacio que ellos y sus coetáneos ocuparon. No niego que quizás usted tenga razón y eso se termine trabajando en el futuro, pero hoy nadie separa en estas obras para coleccionistas a las “griegas y sus enemigos”, expresión esta que me parece más exacta y también “periodística” para señalar estas series.
Compendiar en un solo catálogo cinco siglos de moneda griega, con emisiones que cubren toda el área mediterránea y más allá, ¿cómo se consigue esta capacidad de síntesis?
No tanto si lo que pretendes es ayudar al que no sabe. Este trabajo mío debe aceptarse exclusivamente como el umbral a traspasar para comenzar con nuevos empeños. Ese es mi deseo, no puedo ni pretendo otro objetivo, ser el primer peldaño de una escala que lleva, para el que quiera, al Olimpo numismático.
Uno de los objetivos de este catálogo es fomentar el coleccionismo de moneda griega en España, un capítulo de la numismática que no tiene mucha tradición en nuestro país. ¿A qué cree usted que se debe esto?
Al enorme, más que eso, extraordinario número de piezas que un español puede coleccionar fácilmente por tenerlas a su alcance. Es innecesario, pero lo hago, enumerar los cientos de piezas que aportan a la Numismática española las series celtibéricas, hispánicas, visigodas, medievales cristianas e islámicas, provinciales y naciones de los Austrias y Borobones, etc.
Qué español necesita de más para satisfacer sus anhelos. Como quiera traspasar estos campos tiene a su lado la amonedación romana. La República y el Imperio dan para una vida y cultural e históricamente están al español unidas como uña y carne. Su epigrafía es la nuestra.
Entrar en la griega entraña un esfuerzo intelectual mayor. Su alfabeto no es el nuestro, su historia nos es lejana. Claro que esos inconvenientes se soslayan con la simple contemplación de sus monedas. Nada es tan bello ni tan evocador como una impronta cualquiera que sea, de esas series.
También se debe señalar el temor a las falsificaciones que sin motivo ahuyentan a muchos, cuando es bien cierto que esa plaga se da en todas y cada una de las monedas que en el mundo son.
¿Cómo ve usted el mercado de moneda griega en España? ¿Cree que esta obra puede contribuir a su crecimiento?
Es profundo y estrecho. Profundo porque hay media docena de conocedores-coleccionistas que poseen piezas bellas y raras, y estrecho porque junto a esta casi pléyade se dan un número cercano a doscientos o trescientos personas que cuentan con piezas griegas, junto a otras series. Cierto es que generalmente es un añadido a su colección principal ya sea de españolas o romanas.
Para completar mi respuesta a su pregunta. Si del “Monedas Españolas” que ahora publican mis hijos se llevan vendidos más de sesenta mil ejemplares, si del “Compendio de las Monedas del Imperio Romano” agoté siete mil volúmenes y su precio hoy más que triplica el inicial, este de los griegos y sus enemigos del que edito dos mil ejemplares, estimo vender menos de la mitad a diciembre del 14 y las otras que restan mantenerlas en catálogo hasta 2020. Claro, entiéndase que es mi proyección basada exclusivamente en un teórico conocimiento del negocio editorial.
Y termino coincidiendo con usted que aumentarán los coleccionistas de moneda de la Grecia clásica.
Entre los consejos que da al coleccionista, hay dos relacionados directamente con el comercio: la conveniencia de tratar con profesionales del sector y de conservar las facturas de compra. ¿Cree que estos dos aspectos son más relevantes en el caso de la moneda griega que en otros capítulos de la numismática?
Quizás sí, porque al no estar tan extendido el coleccionismo tampoco lo está el conocimiento profesional. Pero esto se suple con el tiempo. Se empieza comprando sin saber y se termina sabiendo.
Toda compra debe ir acompañada de un documento de cesión de la propiedad. Tener esa documentación es primordial en las colecciones y sirve para todas las series o capítulos, como dice usted.
Otro aspecto que preocupa enormemente a los coleccionistas es la presencia de monedas falsas en el mercado. ¿Qué consejos puede darles en este sentido a quienes quieran iniciarse en el coleccionismo de la moneda griega?
Tratar con entendidos bien intencionados. Compran con los ojos, no con los oídos. Ser conscientes que la suerte es un bien poco accesible, no creerse más listo que el otro, y procurar en todo momento hacer ojo repasando las fotografías de los catálogos de subastas.
En la introducción de su obra, usted habla con nostalgia de su primera moneda griega, pero de todas las que menciona en el catálogo ¿cuál sería su preferida?
Bueno, ese es un poco cosa de viejo. Pero como lo soy puedo seguir ejerciendo y le respondo la decadracma de Demarete, esposa de Gelón de Siracusa, número 888 del catálogo por el que se ha mantenido esta conversación. Gracias.
Muchas gracias a usted, señor Cayón y enhorabuena por su obra.
Isabel Rguez. Casanova