La moneda rusa se convierte en la triunfadora de la última subasta del año, con permiso de la estrella de la tarde, el castellano de los Reyes Católicos acuñado en Segovia. También brillaron las emisiones españolas contemporáneas y los billetes. Notable porcentaje de ventas en los diferentes capítulos, con subidas muy interesantes en casi todos ellos.
La última gran subasta del año ha tenido lugar este pasado martes día 20 de diciembre en Barcelona, organizada por las prestigiosas firmas Martí Hervera y Soler y Llach. La calidad de la oferta presentada en el catálogo hacía esperar una muy buena acogida por parte de los coleccionistas, como así ha sido en términos generales.
En el apartado de moneda antigua encontrábamos una buena muestra de emisiones griegas, hispánicas y romanas, que lograron un buen porcentaje de ventas en general, pero que no experimentaron subidas especialmente notables, aunque la excepción la marca un as de la ceca de Ketovion-Salacia (lote nº 82), con leyenda Latina IMP SAL, que se remató en 1000 euros, cuando su precio en catálogo era de sólo 300.
También los precios de las emisiones visigodas se mantuvieron muy moderados, si bien es cierto que, a pesar de los excelentes estados de conservación, se trataba de tipos relativamente comunes. En la sección de moneda medieval, sin embargo, salían a la puja piezas de enorme rareza, cuyos precios de salida lamentablemente no se cubrieron, como sucedió con el real de oro mallorquín de Pedro III (lote nº 212) o el florín de Alfonso V (lote nº 221). En cambio se adjudicaron bien el principado acuñado en Barcelona por Fernando el Católico que salía con el nº 227 y 1250 euros, que se convirtieron tras la puja en 1750; o el ducado de Fernando I de Nápoles (lote nº 223), rematado en 1300 euros.
La estrella de las piezas españolas de la subasta era, sin duda, el castellano de los Reyes Católicos acuñado en la ceca de Segovia (lote nº 247), pieza única que salía a la puja a partir de 15000 euros y que ha logrado alzarse hasta los 17000.
Del resto de piezas de Isabel y Fernando, hay que destacar también el buen remate logrado por un ducado de Valencia (lote nº 256), que tenía un precio en catálogo de 1400 euros y alcanzó los 2000.
Con el último de los Austrias, Carlos II, encontramos otra de las mayores adjudicaciones de la subasta, la del rarísimo escudo acuñado en Sevilla en 1683 (lote nº 305), con un precio inicial de 5750 euros y que se remató en 6700.
Desigual acogida recibieron las numerosas onzas que se ofertaban en el catálogo, especialmente de los primeros Borbones, ya que algunas de aquellas que partían con un mayor precio se quedaron sin cubrir. Por el contrario, otras lo incrementaron, como la nº 336, acuñada por Felipe V en Méjico, que pasó de 2000 a 2850 euros de remate.
Con la llegada del siglo XIX, los remates se mantuvieron moderados, si bien el porcentaje de lotes vendidos fue incrementándose progresivamente. Entre las subidas más notables hay que anotar la experimentada por las 100 pesetas de Alfonso XIII de 1893 (lote nº 692), que salían a subasta a partir de 1800 euros y se adjudicaron en 2600.
Las últimas emisiones españolas contaron con la buena acogida de lo coleccionistas, lo que se tradujo en unas ventas cercanas al 90%, aunque en la misma línea de pujas moderadas ya comentada. La tendencia se rompió con la llegada del apartado de moneda extranjera, donde encontrábamos un conjunto de 130 lotes con ejemplares de gran calidad y muy poco habituales en las subastas españolas. La respuesta de los pujadores no defraudó y el remate de esta sección hay que calificarlo como de gran éxito, especialmente en el caso de las emisiones rusas que se vendieron en su totalidad.
La estrella de este capítulo era una moneda de seis rublos (lote nº 850) acuñada en platino por el zar Nicolás I, en 1831, en la ceca de San Petersburgo, cuyo precio de inicio era de 12000 euros y que finalmente fue rematada en 18500.
Aunque alcanzando valores finales más bajos, algunos de los lotes llegaron a multiplicar por el triple o más su precio de catálogo, como sucedió con el los 5 rublos de 1868 (lote nº 832), que pasaron de 500 a 1500, o con los 10 rublos de Catalina II (lote nº 851), rematados en 5300 euros desde un inicio en 1500.
Pero también alcanzaron precios muy altos monedas de otras procedencias, como sucedió con los ocho escudos acuñados en Quito en 1838 (lote nº 758), que salían a subasta a partir de 9000 euros y se adjudicaron en 12100.
En 2250 euros se adjudicaron los de 25 zlotych emitidos en Varsovia en 1817 por el zar Alejandro I (lote nº 799), que tenían un precio en catálogo de 1750 euros.
Más sorprendente que el excelente resultado obtenido por las piezas rusas, en cierta manera esperable, ha sido el alcanzado por las emisiones portuguesas, representadas por cinco monedas que han visto cómo sus cotizaciones se disparaban, logrando, en algún caso, multiplicar casi por cinco el precio de catálogo. Estamos hablando del cruzado de Alfonso V que salía con el nº 800 y 500 euros de inicio, rematado finalmente en nada menos que 2350. Otro cruzado, éste de Juan II (lote 801), subió desde 750 a 1350 y los lotes 802 y 803, el primero también de Juan II y el siguiente de Manuel I, pasaron de 600 euros en catálogo a 1300 y 1250 de remate, respectivamente.
No defraudó la sección de billetes, siempre uno de los capítulos más esperados en las subastas de Martí Hervera y Soler y Llach. En esta ocasión, se llevó la palma de la adjudicación más alta el lote nº 896, quinientas pesetas de la emisión del 1 de julio de 1884, que salían a la puja a partir de 5000 euros y se han rematado en 8600. No muy lejos ha quedado el siguiente lote, formado por dos billetes de mil pesetas emitidos el 1 de mayo de 1895, con salida en 5500 euros y adjudicados en 7800.
Autor/a: Redacción