El coleccionismo y los estudios numismáticos en el Siglo XVIII (I)

El coleccionismo y los estudios numismáticos en el Siglo XVIII (I)

El coleccionismo y los estudios numismáticos en el Siglo XVIII (I) 500 251 admin

Durante el Siglo de las Luces se formaron numerosas colecciones, tanto públicas como privadas, y la afición al coleccionismo de medallas y monedas se popularizó entre las clases pudientes. Es también una época de esplendor de los estudios numismáticos, con una pléyade de insignes autores cuyas obras traspasaron las fronteras de su país y de su tiempo.

El motivo del presente estudio es analizar las principales colecciones y autores que durante el Siglo de las Luces se dedicaron al estudio de la ciencia numismática. Durante esta centuria se formaron numerosas colecciones, tanto públicas como privadas, y la afición al coleccionismo de medallas y monedas, así como en general al de todos los objetos artísticos de la antigüedad, se popularizó entre las clases pudientes. En consonancia con los estudios que se estaban llevando a cabo allende los Pirineos, es también una época de esplendor de los estudios numismáticos, con una pléyade de insignes autores cuyas obras traspasaron las fronteras de su país y de su tiempo.El coleccionismo de monedas existía en España antes del siglo XVIII. Alfonso V de Aragón se interesó por ellas influido por las corrientes renacentistas italianas, y el Cardenal Pedro González de Mendoza, consejero de los Reyes Católicos, tuvo una famosa colección que a su muerte llegó a manos de la reina Isabel y fue el origen de las Colecciones Reales españolas. En este contexto renacentista, la moneda fue una de las principales fuentes de estudio y complemento de las fuentes literarias de la antigüedad clásica.

En los siglos siguientes se llevaron a cabo importantes estudios numismáticos. El matemático Juan Pérez de Moya dedicó parte del Libro Octavo de su Diálogos de aritmética práctica publicada en Salamanca en 1562 a las monedas y pesos antiguos, empezando por el as romano. Antonio Agustín publicó en 1587 su Diálogos de medallas, inscripciones y otras antigüedades, siendo una obra capital para el establecimiento de una nueva metodología basada en la intención científica, más que en su propio valor estético.

Fue, junto con Fulvio Orsini, el primero que comenzó a darse cuenta de la importancia de las monedas como fuente de interpretación de la antigüedad, en su obra Familiae romanae quae reperiuntur in antiquis nummismatibus, publicada en Roma en 1577, dado que hasta ese momento eran vistas como medallas ornamentales. Una de las principales aportaciones de su trabajo fue la inserción al final de su obra el Diálogo Onzeno: De las medallas falsas, y letreros falsos y de los que han escrito de medallas y inscriciones.

En 1645 Vicencio Juan de Lastanosa publicó su importante obra Museo de las medallas desconocidas españolas. Río Herrmann utiliza su obra para esbozar respuestas mediante sus anotaciones a la historiografía de la numismática ibérica. Cita asimismo las aportaciones paleográficas de algunos de los autores de la segunda edición de la obra, que no se llegó a publicar, como Francisco Fabro, Bartolomé Alcázar, Adán Centurión, Paulo de Rajas, Bernardo Cabrera, Andrés Poza o José Santolaria. Entre los muchos amigos y conocidos que obsequiaron a Lastanosa con monedas para su obra se encontraba don Juan José de Austria, que le regaló las monedas romanas que constan en un volumen manuscrito del año 1675 titulado Medallas romanas explicadas que ofrece y dedica al serenissimo señor don Iuan de Austria que se conserva en la biblioteca del virrey.

En el ámbito europeo fue en esta centuria en la que se sentaron las bases de los estudios científicos sobre la numismática, que se fijarán en el siglo XIX. La obra de Joseph H. Eckhel y Joseph von Mader en los países germánicos, del francés Theodore E. Mionnet o del italiano Domenico Sestini y los rusos Tolstoi, Schubert, Mikhailovitch o Oreshnikov, muchos de ellos a caballo entre ambos siglos, son buena muestra de ello. El Padre Flórez citaba las colecciones de moneda imperial de Vaillant, la de Andrés Morell en Ámsterdam en 1734 y 1752, y la de Juan Jacobo Gesnero en Zurich en 1738. Rodríguez Casanova recoge la influencia que tuvieron los tratados de autores europeos y su frecuente traducción al castellano, y entre ellos menciona Disertation historique sur les monnoyes d’Espagne de Mahudel, publicada en 1725, La science des médailles de 1739 de Jobert traducida por Martínez Pingarrón, la Histoire des médailles ou introduction à la connaissance de cette science de Charles Patin, traducida por Miguel Pérez Pastor en 1771, o la obra de Addison de la que hablaremos más adelante. Asimismo, recoge el conocimiento que se tenía en Europa de la obra de autores como Flórez, López Bustamante o de algunos epigrafistas.

En España no faltaron tampoco importantes trabajos, como los estudios sistemáticos de las monedas hispánicas y visigodas por Luis José Velázquez y el Padre Flórez, los trabajos de los epigrafistas como Martí, Mayans o Pérez Bayer o proyectos como el llevado a cabo por Campomanes en la Real Academia de la Historia. Mateu y Llopis citaba entre los grandes maestros en el estudio de la moneda antigua española de este siglo cronológicamente al padre Flórez (1757); Pérez Bayer y su oponente Tychsen (1758); Patricio Gutiérrez Bravo (1765); el conde de Lumiares (1773); Francisco Carter (1777); José Mariano Ortiz (1778); Bustamante, el de las Monedas de Munda (1779); Loperráez (1783); Fray Vicente Salgado (Lisboa, 1784); Ponz -el valenciano Pons-, el del Viaje (1787); Addison, traducido por O’Crouley (1795); y a Masdeu (1797). Este periodo de importantes avances se interrumpió con la Guerra de la Independencia, por la muerte o exilio de algunos de los estudiosos numismáticos y por la desaparición física de las colecciones que sustentaban estos estudios.

En el siglo XVIII proliferó junto con los estudios numismáticos el coleccionismo de monedas y medallas, una afición muy extendida entre las clases pudientes, empezando por los propios monarcas y siguiendo por la nobleza, los altos cargos de la administración, la burguesía, los profesionales liberales, militares, clérigos y en general por cualquier persona erudita. En su estudio fechado en Tarragona el 15 de mayo de 1805, el clérigo asturiano Carlos Benito González de Posada y Menéndez hizo una exhaustiva relación de españoles aficionados a la ciencia numismática desde la época de Alfonso V hasta sus días, agrupándolos por el siglo en el que vivieron. Recogía asimismo en varias adiciones los nombres de otras personalidades tomadas del presbítero Manuel Martínez Pingarrón y del tomo tercero de la obra del Padre Flórez.

Como pone de manifiesto Gloria Mora, se extendieron los estudios de numismática, y especialmente aquellos que venían dirigidos a averiguar el origen de las lenguas prerromanas y a descifrar su escritura a través de las leyendas monetales, y las instituciones públicas y las academias científicas los potenciaron como forma de conocer la historia de la nación, el origen de sus pueblos y de su cultura. Con ello se quería elaborar una Historia nacional que demostrase la existencia de una unidad o hilo conductor en el proceso histórico de España. Asimismo, algunos de los estudiosos de la numismática participaron en empresas europeas de la magnitud de L’Antiquité expliquée et ilustrée de Bernard de Montfaucon y el Recueil d’Antiquités del conde de Caylus.

Como recoge Salas Álvarez, el gran auge de las colecciones numismáticas debe buscarse en el papel que ocupaba la moneda en el capítulo de las antigüedades, considerado uno de los fundamentos para el estudio de la Historia, y que ya se consideraban como fuente primaria. La investigación numismática experimentó importantes avances durante el siglo XVIII, gracias a la elaboración de numerosos catálogos de colecciones. Cita los casos de Pedro Leonardo de Villacevallos, Juan Tyrry, Marqués de la Cañada, y Francisco de Bruna Ahumada. Para este autor, el auge del coleccionismo se debió al deseo de expresar a la sociedad circundante que el coleccionar antigüedades era sinónimo de estar acorde con la línea cultural que se daba en aquellos momentos en España, como puede observarse en las colecciones de la baja nobleza, de los hidalgos de las ciudades o de los burgueses comerciantes.

Entre las colecciones privadas, Rodríguez Casanova menciona las de los infantes don Luis y don Gabriel de Borbón, especialmente la de este último, que incorporó monedas traídas de Italia por Pérez Bayer y numerosas colecciones privadas, como las de Bernardo de Estrada, Livino Ignacio Leirens o Antonio José Mosti. La colección del Infante don Gabriel fue adquirida en 1793 por la Biblioteca Real por 300.000 reales de vellón.

Nos ha llegado documentación sobre diferentes monetarios privados, como el del cordobés Pedro Leonardo de Villacevallos, que fue utilizado por el padre Flórez y por Velázquez para sus estudios. El estudio detallado de su colección, realizado por B. Mora, aporta una mayor y más precisa información sobre aspectos como la organización de las colecciones, la estructura de los inventarios, la bibliografía usada y la evolución del perfil de las colecciones.

Otras colecciones conocidas son las de Pedro Alonso O’Crouley, la citada de Bernardo de Estrada, intendente del ejército, y la del deán de la catedral de Málaga Manuel Trabuco y Belluga, que la legó testamentariamente a la Academia en 1796. También está documentada las del sevillano Livino Ignacio Leirens, vendida igualmente al infante don Gabriel, y que fue autor de varios trabajos numismáticos, destacando su Disertación sobre las medallas antiguas de la Provincia Bética.

Antonio Valcárcel Pío de Saboya, conde de Lumiares y conocido como Príncipe Pío, fue discípulo de Velázquez y ayudó a su maestro y al padre Flórez en sus trabajos, llegando su monetario a constar de 12.000 piezas. Valcárcel descendía por línea materna de una familia de regidores de la villa de Tobarra, de la que uno de sus miembros, Berenguer Pérez-Pastor, fue un gran aficionado a la numismática, con una importante colección que en parte donó a la Real Academia de la Historia en 1768, una influencia que pudo ser decisiva en la afición del conde a las antigüedades y la numismática. La publicación del catálogo numismático de Valcárcel se produjo en 1773.

González de Posada añade los nombres de Tomás Andrés de Gusseme, del botánico barcelonés Jaime Salvador, que fue el iniciador de la colección de monedas del Gabinete de Historia Natural de esta ciudad, del doctor Agustín de Salas, cronista de la ciudad y Reino de Valencia, Gregorio Mayans y muchos otros más.

Destacó asimismo la figura de María Isabel de Bustamante y Guevara, que reunió una notable colección numismática, y que por la documentación conservada era perfectamente conocedora de las que tenían más valor o eran más difíciles de encontrar. Tanto la colección que reunió como su actividad es rastreable en la documentación que se conserva y que ha estudiado Margarita Vallejo, siendo las mismas calificadas de singulares en la época, por su condición de mujer, algo de lo que ella era perfectamente consciente.

  • Para saber más:

ABASCAL PALAZÓN, Juan Manuel; DIE, Rosario, y CEBRIÁN, Rosario. Antonio Valcárcel Pío de Saboya, Conde de Lumiares (1748-1808): apuntes biográficos y escritos inéditos. Real Academia de la Historia, Madrid: 2009.

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BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio. La Moneda. Una introducción al estudio de la numismática. Madrid: 1983.

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DARST, David H. “La bibliografía numismática de D. Antonio Agustín”. En NVMISMA, 192-203. 1985-1986, pp. 73-79.

GONZÁLEZ DE POSADA, Carlos. “Noticia de españoles aficionados a monedas antiguas”. En Boletín de la Real Academia de la Historia, nº 51. 1907, pp. 452-484.

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LASTANOSA, Vicencio Juan. Museo de las medallas desconocidas españolas. Huesca: 1645.

MANRIQUE ARA, María Elena. “Mentores y artistas del Barroco Aragonés: El círculo de Lastanosa y Jusepe Martínez”. En EGIDO, Aurora, y LAPLANA, José Enrique, Mecenazgo y Humanidades en tiempos de Lastanosa, Homenaje a la memoria de Domingo Ynduráin. Institución Fernando el Católico. Zaragoza: 2008, pp. 161-192.

MATEU Y LLOPIS, Felipe. “Hallazgos monetarios (XXI)”. En NVMISMA, nº 108-113. Enero-diciembre 1971, pp. 177- 208.

MORA, Gloria. Historias de mármol: La arqueología clásica española en el siglo XVIII. CSIC: 1998.

MORA SERRANO, Bartolomé. “El estudio de la colección arqueológica. Las monedas”. En ALMAGRO GORBEA, Martín (ed), El museo cordobés de Pedro Leonardo de Villacevallos. Coleccionismo arqueológico en la Andalucía del siglo XVIII. Madrid, Málaga: 2003. pp. 219-323.

PÉREZ DE MOYA, Juan. Arithmetica practica, y especulativa. 13ª Edición. Madrid: 1776.

RODRÍGUEZ CASANOVA, Isabel. “La numismática en la España de la Ilustración”. En ALMAGRO GORBEA, Martín y MAIER ALLENDE, Jorge. De Pompeya al Nuevo Mundo: la Corona española y la Arqueología en el siglo XVIII. Real Academia de la Historia. Madrid: 2012.

RÍO HERRMANN, José Enrique del. “Un manuscrito de Vincencio Juan de Lastanosa sobre numismática romana”. En NVMISMA, nº 241. Enero-diciembre 1998, pp. 131-160.

RÍO HERRMANN, José Enrique del. ’Reflexiones sobre la historiografía de la numismática ibérica’. En NVMISMA, nº 244. Enero-diciembre 2000, pp. 129-166.

SALAS ÁLVAREZ, Jesús. ’El coleccionismo numismático en Andalucía durante la Ilustración’. En NVMISMA, nº 252. Enero-diciembre 2008, pp. 149-176.

VALLEJO GIRVÉS, Margarita. “La única mujer española dedicada a esta tarea. El coleccionismo de moneda antigua de María Isabel de Bustamante y Guevara y la administración de la Renta del Tabaco”. En Cuadernos dieciochistas, 9, 2008, pp. 229-255.

Pedro Damián Cano Borrego

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