Uno de los motivos que induce a muchos coleccionistas a dejar de serlo son las falsificaciones, y muy especialmente en el caso de la moneda visigoda. A continuación ofrecemos algunas notas sobre las falsificaciones e invenciones más antiguas.
A la hora de abordar la cuestión de las falsificaciones en la moneda, lo primero que hay que dejar muy claro es la diferencia que existe entre monedas falsas de época y falsificaciones. Las primeras fueron acuñadas fraudulentamente imitando a las auténticas, para utilizarlas como medio de pago en el mismo momento histórico en que circulaban las imitadas.
Un caso muy diferente es el de las monedas falsificadas en época moderna, también acuñadas fraudulentamente imitando monedas auténticas, pero que ya no tienen poder liberatorio y se fabrican para engañar a quien quiera poseerlas por su valor histórico o de coleccionismo.
La moneda visigoda es uno de los escasos testimonios que nos ha dejado ese periodo histórico, lo cual unido a la sencillez de sus diseños, ha hecho que desde hace siglos y hasta el día de hoy sea una de las series más falsificadas de la historia de la numismática.
Se conocen pocas falsificaciones de moneda visigoda anteriores al siglo XIX y, en su mayoría, son invenciones más que falsificaciones, ideadas por eruditos de la época para justificar acontecimientos falsos o ensalzar hechos históricos o localidades según su conveniencia.
La falsificación más antigua de la que tenemos noticia (s. XVI) es un tremissis a nombre de Sisebuto, con leyendas DN SISEBVTVS REX DEVS AVDITOR MEVUS, CIVITAS + EBORA, (Miles F. 43, CNV F. 158), posiblemente inexistente y en cualquier caso inventada por el eborense Resende (1593), con una tipología muy imaginativa y con leyenda “CIVITAS EBORA” en lugar de ELVORA, para justificar sus argumentos en la discusión mantenida con Ambrosio de Morales por un tema local (CNV 634, n.p. 287).
Entre las invenciones realizadas para corroborar teorías históricas, y ya en el siglo XVII, podemos destacar el tremissis a nombre de Leovigildo (Miles F. 15a, BNP 9, CNV F. 45) que en opinión de Beltrán (Beltrán, 1948, 132) se trata de una moneda inventada en el siglo XVIII, cuyo autor debió ser francés y se propuso ilustrar con ella la ceca de Valencia del Delfinado, o mejor, el pasaje del Turolense, relativo a la campaña de Leovigildo del año 582 en el cual se explica cierto milagroso suceso ocurrido en el Monasterio de San Martín. De esta invención se han hecho copias en los siglos XVIII, XIX y XX. Otra es el tremissis a nombre de Recaredo I, ceca OLISIBONA, (Miles, F. 29; CNV F. 93), según Beltrán, inventada por Faria y Suosa para realzar la capital de Portugal.
(Moneda de Amalarico: Real Academia de la Historia nº 55).
En el siglo XVIII, además de continuar fabricándose fantasías e invenciones, como los tremisses a nombre de Amalarico y Agila, que nunca acuñaron moneda a su nombre (Miles F. 3, RAH 55, CNV F. 3 y Miles F. 5, RAH 56, CNV F. 5), (En la foto inferior moneda de Agila: Real Academia de la Historia, nº 56).
a raíz de la publicación de las obras de Velázquez (Congeturas sobre las medallas de los reyes Godos y Suevos de España, Málaga, 1759) y Flórez (Medallas de las Colonias, Municipios y Pueblos de España, Madrid, 1773) comienzan a aparecer falsificaciones basadas en los dibujos de estas obras, muchos de ellos de forma incorrecta, tanto en su diseño y leyenda, como en su peso, así como piezas fundidas.
(Ilustración de la obra de E. Flórez con una moneda falsa de Hermenegildo; en la foto inferior una moneda falsa de este tipo).
De esta época podemos citar los tremisses a nombre de Leovigildo (Miles 40a, RAH 58, CNV F. 25), Hermenegildo (Tomasini 631, Miles 46a, CNV F. 52), o Recaredo (Miles F. 31, BNP 14, CNV F. 58).
En la primera mitad del siglo XIX se continúa con la práctica de fabricar monedas copiando dibujos de las obras de Velázquez y Flórez básicamente, aunque se generaliza la técnica del fundido (Vico, 2007).
El falsario más célebre del siglo XIX es Carl Wilhelm Becker, famoso no tanto por la importancia de las falsificaciones de monedas visigodas, como porque es el único falsario con nombre y apellidos conocidos. Se atribuyen erróneamente a Becker una gran cantidad de falsificaciones del siglo XIX, pero sólo fabricó 27 cuños, con los que realizó monedas y plomos monetiformes, muchos de ellos fantasías, ya que con un mismo cuño de anverso fabricó piezas de varias cecas, y viceversa. Los cuños de Becker están copiados de monedas genuinas de la colección del Príncipe de Isenburg, general del ejército de Napoleón, que se había llevado de España una serie de monedas visigodas y del que Becker era bibliotecario.
La proliferación de falsificaciones va íntimamente ligada a la demanda, de ahí que la gran producción de moneda falsa se concentre en la segunda mitad del siglo XIX tras el aumento de coleccionistas de moneda visigoda que provoca la aparición de la obra de A. Heiss (Description générale des monnaies des rois Wisigoths d’Espagne, Paris, 1872), siendo el centro de la producción la ciudad de Sevilla. Falsarios locales, algunos de ellos, al parecer, operarios de la recién clausurada Casa de Moneda de Sevilla (1869), que se habían quedado sin trabajo, en connivencia con joyeros de la Plaza del Pan, que se encargaban de venderlas, producen una gran cantidad de moneda falsificada. Aparecen también falsarios en Madrid, Barcelona y Valencia que distribuyen las piezas espurias a través de chamarileros y viajantes, haciéndolas llegar a gran número de coleccionistas de todo el territorio nacional.
De todos ellos, el más conocido es el falsificador valenciano apodado “el Gorreta”, del que Beltrán Villagrasa dice: ensució feamente las colecciones al copiar diversas monedas reproducidas en la Historia de España de D. Modesto Lafuente (láminas de las obras de Heiss) sin preocuparse del peso, ni del metal que corresponde a cada una; y puesto en la pendiente, actuó según la costumbre de los falsificadores, inventándose monedas completamente arbitrarias.
La proliferación de falsificaciones fue de tal magnitud que muchos comerciantes se negaron a tratar con monedas visigodas hasta avanzado el siglo XX, o las ofrecían eludiendo responsabilidades, como aconteció en la prestigiosa casa Schulman de Ámsterdam en 1912, cuando subastaron la colección G. de Castro, en la que ofrecían 28 monedas visigodas con la coletilla en 12 de ellas de “autenticidad dudosa” y aún así, en las 16 restantes que consideraban auténticas, había varias también falsas (en la foto detalle de la lámina con las monedas visigodas de esta subasta).
En la primera mitad del siglo XX la falta de seguridad que produce la abundancia de falsificaciones existente en el mercado hace que descienda aún más el interés por la moneda visigoda. Ni siquiera la magnífica obra de Mateu y Llopis producirá el efecto de obras anteriores, que activaron la demanda y el consiguiente aumento de falsificaciones. El propio Mateu, consciente de la situación, diría: El primer problema que presentan al investigador las monedas visigodas, es el de las falsificaciones. Años después, José Amorós, director del Gabinete Numismático de Cataluña y también especialista en la materia, cuando habla de supuestas falsas, dudosas de falsas, dudosas de auténticas, auténticas y falsas (Nvmisma, 1953).
- Para saber más:
BELTRÁN VILLAGRASA, P., 1948, “Rectificaciones y falsificaciones en las monedas visigodas”, Crónica del III Congreso Arqueológico del Sudeste Español, Murcia, 1947. Cartagena, 385-449.
CNV= VICO MONTEOLIVA, J.; CORES GOMENDIO, Mª C., y CORES URÍA, G., 2006, Corpus Nummorum Visigothorum. Ca. 575-714. Leovigildus-Achila, Madrid.
MILES, G., 1952, The Coinage of the Visigoths of Spain. Leovigild to Achilla II, New York.
REINHART, Wm., 1939, “Ueber einige weitere Fälschungen westgotischer Münzen”, Deutsche Munzblatter, 444, 59, 389-191.
VICO MONTEOLIVA, J., 2005, “La falsificación en la moneda visigoda”, XIII CIN, vol. II, Madrid, 1259-1268.
VICO MONTEOLIVA, J., 2007, “Las monedas visigodas”, en M. Almagro-Gorbea (ed.), Monedas y medallas españolas de la Real Academia de la Historia, Madrid, 41-58.
Jesús Vico Monteoliva