Las excavaciones realizadas por un equipo catalán en las ruinas tunecinas de Althiburos han vuelto a atraer la atención sobre este pueblo del desierto, los más temibles jinetes de la Antigüedad. Pero lo que quizás muchos no sepan es que posiblemente su imagen también aparece en las antiguas monedas hispánicas, en concreto en las de la no menos misteriosa Ikalesken.
El convulso siglo III a.C. en el que Roma y Cartago se están disputando la hegemonía en el Mediterráneo, desintegrado ya el imperio de Alejandro, está lleno de referencias a pueblos mejor o peor conocidos que actúan como mercenarios en uno u otro bando y que, gracias a ello, comienzan a aparecer en las fuentes históricas. El de los númidas es uno de esos casos, pero parece que antes de ser contratados como mercenarios por sus vecinos cartagineses, eran ya un pueblo importante, sedentarizado y cuyas raíces pueden remontarse hasta el siglo X a.C., tal y como han demostrado las excavaciones arqueológicas que está llevando a cabo en Althiburos (Túnez) un equipo del Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC) en colaboración con el Instituto Nacional de Patrimonio de Túnez, y que ya ha dado como fruto una importante monografía (Nabil Kallala y Joan Sanmartí, Althiburos I. La fouille dans l’aire du capitole et dans la nécropole méridionale, Tarragona, 2011).
La importancia de la caballería númida en el desarrollo de las Guerra Púnicas fue esencial. En un principio, en el bando cartaginés, combatieron en Hispania; más tarde se aliaron con Roma contra Aníbal y le derrotaron en Zama. Su pericia como jinetes quedó constatada por Tito Livio cuando narra la batalla de Asdrúbal contra los romanos junto al Ebro “La caballería fue distribuida en las alas: los númidas con la infantería cartaginesa, los otros jinetes con los africanos. Los númidas no fueron colocados todos a la derecha, sino solamente aquellos que, como los acróbatas profesionales, tienen la costumbre de llevar dos caballos y de saltar, completamente armados, del más cansado al más fresco, incluso durante el combate más encarnizado, tanta era su agilidad y la docilidad de esta raza de caballos” (Tito Livio, 23, 29, 4-5).
Hace ya algunos años, la Dra. Mª Paz García-Bellido, junto con el Dr. Fernando Quesada, posiblemente el mayor especialista español en armamento antiguo, relacionaron este texto con el tipo que aparece en los denarios de una enigmática ceca peninsular, la de Ikalesken. Sobre este taller se ha originado mucha literatura, pero sabemos muy pocas cosas ciertas: para empezar, utiliza una escritura ibérica meridional, no levantina, por lo que su leyenda es leída en ocasiones también como ikalkusken y en algunas emisiones, aparece el signo “n”, antes de la “s”. Se ha pensado que podría identificarse con la ciudad de Egelestae, enclave productor de sal gema, situado en el llamado “Camino de Aníbal”, que unía Saiti (Játiva) y Castulo (Cazlona, Jaén). El emplazamiento de Egelestae tampoco está claro: se ha buscado tanto en Iniesta (Cuenca), como cerca de El Llano de la Consolación (Albacete), incluso en Illescas (Toledo).
Los hallazgos monetarios tampoco contribuyen a aclarar el problema, hasta el momento. Si bien estamos hablando de una ceca con un notable volumen de acuñación, especialmente en plata, los hallazgos con contexto escasean, especialmente los de moneda de bronce, que son aquellos que menos se alejan de su lugar de emisión. Un estudio realizado por el profesor Ripollès, presentado en la mesa redonda que se celebró en el X Congreso Nacional de Numismática de Albacete acerca de la localización de esta ceca, concluía que, a juzgar por los datos numismáticos, lo más probable era su ubicación en algún lugar entre los ríos Júcar y Cabriel, esto es, en la provincia de Cuenca.
Los tipos que utiliza para sus monedas también son peculiares: para los reversos de los denarios elige la imagen de este jinete que se acompaña de dos caballos. Aunque fue una idea que se manejó hace algunos años, parece poco probable que la imagen corresponda a los Dióscuros, como sucede en los denarios romano-republicanos, pero faltando uno de los gemelos y, aunque la combinación de dos caballos y un solo jinete también se da en las emisiones de Kese (Tarragona), en el caso de Ikalesken es su armamento lo que la hace aún más peculiar. En muchas de las monedas de plata es bien visible el escudo del jinete, así como un haz de jabalinas. Para resaltar la importancia del escudo, que se lleva en el brazo izquierdo, el jinete de Ikalesken cabalga hacia la izquierda de la moneda, al contrario de lo que es habitual en las monedas celtibéricas, donde el jinete (lancero, con palma, con estandarte, etc.), se dirige siempre hacia la derecha. Hay que recordar que el escudo era uno de los elementos distintivos de los ejércitos y de los pueblos de la antigüedad.
La combinación de escudo redondo con un haz de jabalinas es un armamento que, según sabemos por otras fuentes, era utilizado por los guerreros númidas. Así nos lo cuenta de nuevo Tito Livio (35, 11,7), entre otros autores clásicos: “los jinetes, medio desnudos, no llevaban más armas que sus jabalinas”. En algunas estelas del norte de África, la región de donde eran originarios los númidas, también los muestran así, como en esta de Abizar (Argelia).
Las representaciones en las monedas de bronce prescinden de las jabalinas en favor de la lanza, pero conservan como un elemento muy destacado el escudo redondo, algo que sólo encontramos en algunas cecas del sur peninsular como Iptuci o Carissa, lo que desarma la tradicional derivación propuesta para las monedas de Ikalesken a partir de denarios de cecas de la Citerior como Kese.
La hipótesis planteada por García-Bellido y Quesada de identificar las imágenes de las monedas de Ikalesken es, sin duda, muy atractiva, pero aún quedan cuestiones por resolver, como por ejemplo porqué en algunos denarios el haz de jabalinas se sustituye por un manto flotando al viento, algo que no parece concordar con la imagen de guerreros medio desnudos que nos trasmiten las fuentes, ni con sus escasas representaciones iconográficas. En este sentido hay que recordar también el denario romano republicano de P. Crepusio (RRC 361c, 82 a.C.), en cuyo reverso aparece la imagen de un guerrero que se ha querido identificar con un jinete númida, aunque sin ninguna razón definitiva para que sea así.
Pero sin duda la cuestión esencial en este tema es ¿realmente hubo un asentamiento de contingentes númidas en Hispania con entidad suficiente como para acuñar monedas con su imagen y además en proporciones no pequeñas? Las excavaciones que hemos empezado comentando demuestran que los númidas no sólo eran contingentes de soldados procedentes de un pueblo nómada con una estructura tribal, sino que eran pueblos ya sedentarios, quizás con ciudades y que formaban un estado siglos antes de su contacto con los púnicos. Estos aspectos son importantes a la hora de valorar el grado de desarrollo social de un pueblo o una ciudad para adjudicarle de este modo la capacidad suficiente como para acuñar moneda a su nombre. Es posible que este sea uno más de los misterios aún sin desvelar sobre los pueblos númidas y del norte de África en general a los que nos enfrentamos los arqueólogos y que esperemos que el desarrollo de la investigación contribuya a resolver, máxime cuando toda la información peninsular, en este caso, procede o se deduce de las monedas.
Para saber más:
Mª P. García-Bellido, 2002, “De nuevo sobre la ceca de Ikalesken”, X Congreso Nacional de Numismática, Albacete 1998, Madrid, pp. 181-186.
Mª P. García-Bellido y C. Blázquez, 2002, Diccionario de pueblos y cecas de la Hispania antigua, Madrid, 2 vol.
N. Kallala y J. Sanmartí, Althiburos I. La fouille dans l’aire du capitole et dans la nécropole méridionale, Tarragona, 2011
F. Quesada y Mª P., García-Bellido, 1995, “Sobre la localización de ikale(n)sken y la iconografía de sus monedas” , I EPNA, págs. 65-73.
P. P. Ripollès, 2002, Ikalesken, notas sobre su localización”, X Congreso Nacional de Numismática, Albacete 1998, págs. 187-188.
Isabel Rguez. Casanova