Entre los personajes numismáticos de nuestro Siglo de las Luces destaca la figura del gaditano Pedro Alonso O´Crouley y O´Donnell. Hombre ilustrado, que había recibido una esmerada educación en Francia, fue una persona emprendedora, adinerada, amante del arte, de las monedas y de otros objetos artísticos del pasado. Sus proyectos culturales le convirtieron en un hombre famoso y reconocido, no sólo en su Cádiz natal, sino en el resto de España e incluso en otros países europeos. De entre sus obras destacan su Ydea Compendiosa del Reyno de Nueva España, cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, su obra póstuma El padre romano, tragedia, y, en el tema que nos ocupa, su traducción de la obra del político y escritor inglés Joseph Addison de 1721, Dialogues Upon the Usefulness of Ancient Medals.
Pedro Alonso O’Crouley, también conocido como O’Crowley, nació en Cádiz en 1740. Era, como sus apellidos indican, hijo de irlandeses afincados en la capital andaluza. Empezó a trabajar como contable y tenedor de libros en una casa comercial, y desde muy joven se dedicó al comercio, pasando a Indias por primera vez en 1765 tras haberse matriculado un año antes en el Consulado de Comercio de su ciudad natal. Gracias a los beneficios de su actividad y a su matrimonio con María Power y Gil ascendió socialmente, llegando a convertirse en un rico comerciante, luego ennoblecido. Fue un referente en la vida social y cultural del Cádiz de la segunda mitad del siglo XVIII, donde destacó por sus labores filantrópicas. Aficionado al arte, a las antigüedades y a las medallas y monedas antiguas, llegó a formar una magnífica colección privada.
Su afición le llevó a visitar gabinetes en Inglaterra, Francia y Madrid, contactando con sus poseedores y teniendo con ellos una importante correspondencia epistolar, como sucedió con Patricio Gutiérrez Bravo, Antonio Tomás de Herrera, Antonio Ponz o Cándido María Trigueros. Alcanzó con ello el reconocimiento de importantes instituciones y anticuarios de su época, como la Sociedad de Anticuarios de Edimburgo o la Real Academia Española, donde fue recibido como correspondiente. Gracias a sus contactos adquirió las colecciones numismáticas de Patricio Gutiérrez Bravo, Juan de Rivera y fray Juan Adrián de San Luis, acrecentando con ello la suya propia.
O’Crouley coleccionaba monedas, medallas, camafeos, pinturas, estatuas antiguas y objetos de ciencias naturales, con los que formó un gabinete o museo en su domicilio de Cádiz, que fue descrito por el viajero, historiador ilustrado y miembro de la Real Academia de la Historia Antonio Ponz Piquer en su visita a la ciudad. Afirmaba Ponz que su colección de pinturas ascendía a un par de centenares de piezas, con autores nacionales y extranjeros tan afamados como Veronés, Ribera, Rubens, Murillo, Zurbarán o el propio Velázquez. Recogía asimismo que se había dedicado especialmente al conocimiento de las monedas antiguas, ascendiendo el número de ellas que poseía “…à unos quantos millares, y que es muy copiosa la coleccion imperial, y aun mas por su término la de nuestras Colonias...”
En 1795 O’Crouley publicó en castellano la traducción de la obra de Joseph Addison Dialogues Upon the Usefulness of Ancient Medals, conocida por los numísmatas españoles en su edición original, con el nombre de Diálogos sobre las utilidad de las medallas antiguas, Principalmente por la conexión que tienen con los Poetas Griegos y Latinos, que tuvo una amplia difusión. La traducción se ciñó en gran medida al original inglés, si bien suprimió algunas frases que podían ser ofensivas para los católicos españoles. Como apéndice a la obra incluyó asimismo una descripción de sus propios fondos, publicada un año antes, por lo que, como afirma Sánchez-Cantón, fue el dueño de la primera colección española de cuadros y estatuas que tuvo un catálogo impreso.
En la misma afirmaba que era Teniente Cuadrillero Mayor de la Santa Hermandad de Toledo y Socio de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Según recoge Ortiz de Urbina, ofreció dedicar la publicación de esta obra a la Sociedad Bascongada, sin contraprestación de abono de gastos de impresión, lo que fue aceptado a condición de que la obra superase una revisión efectuada por personas inteligentes. En su dedicatoria a la misma hace referencia a Alfonso el Magnánimo, al célebre Arzobispo de Tarragona don Antonio Agustín y a los trabajos realizados por la Sociedad para adelantar su museo numismático, “… que vendrá a ser con el tiempo uno de los mas preciosos de nuestra Península”.
En las Notas a dicha traducción comentaba el precio y estimación que tenían entre los anticuarios las monedas, que estaban en relación con la falta que les hacía para completar sus colecciones. Los autores Valliant, Morelio y el Padre Flórez habían dejado listas de las medallas o tipos con mayor apreciación en todas las series que habían tratado, si bien, a juicio del autor, “…sus calificaciones padezcan excepción a veces”. Una moneda podía ser rara en un país o nación, y común en otros, pero siempre para el autor se reputaban como apreciables los tipos que rara vez se descubrían, así como las de los emperadores romanos que reinaron poco tiempo, y muchas veces se estimaba más las monedas y medallas de bronce, por ser más raras, que las de oro y plata.
Para dedicarse al estudio de la numismática era a su entender necesario tener aplicación y constancia, en un conocimiento muy agradable para quien lo emprendía, y aunque el fruto de esta tarea no era tan brillante en el mundo como el de otros ramos de la literatura, “…era de grande utilidad para descubrimientos Geográficos, Chronológicos, y otros muy apreciables conocimientos”. Hablaba también de muchas obras inútiles que salían cada día a la luz, “…que parecen inventadas para la enorme fatiga de la prensa, y detrimento de las Ciencias útiles; que solo pueden servir de robar á los estudiosos un tiempo que, según el cómputo y periodo breve de la vida, jamas basta para lo mucho y bueno que hay escrito, y lo que mas importa saber á todos para una instruccion sólida y permanente”.
También hacía referencia a la barbarie de fundir las monedas de oro y plata, una costumbre que se seguía practicando con gran pesar de los sabios por joyeros y veloneros. El gobierno debía a su entender ordenar que, al igual que les estaba vedado fundir las monedas circulantes, se les debía prohibir expresamente la fundición de moneda antigua, imponiendo multa a los contraventores. Debía asimismo prohibirse su salida, como lo estaba la de las pinturas “…de nuestros Autores mas clásicos”.
La parte más voluminosa de la obra, desde la página 169 a la 585, y con portada independiente, viene dedicada a la descripción de su propio monetario, Musaei o-Croulianei compendiaria descriptio; ó Catálogo de las medallas, camafeos, monumentos antiguos &c., de don Pedro Alonso O’Crouley, Madrid, 1794. El mismo, según su propio testimonio, estaba compuesto de “…cuatro mil quinientas medallas útiles en sus diferentes clases, sin numerar los duplicados, que bastarían á formar el decente y copioso Monetario de un aficionado”. Como recoge Sánchez-Cantón, se trataba de un catálogo elaborado con asesoramiento técnico, lo que separaba a este libro de los inventarios al uso de los siglos XVII y XVIII. En cuanto a su difusión, su obra es citada, por ejemplo, por Josef Salat.
Como otros tantos comerciantes gaditanos, O’Crouley sufrió la drástica disminución de las actividades comerciales como consecuencia de las guerras y de la ocupación francesa de la Península. Para mantenerse tuvo que vender gran parte de su patrimonio. Tras la Real Cédula de 6 de julio de 1803, por la que se concedía a la Real Academia de la Historia la inspección de las antigüedades españolas, O’Crouley ofreció su colección de monedas a la Academia mediante compra o a cambio de un empleo en Madrid para uno de sus hijos, o una pensión segura por dos o más vidas, lo que finalmente fue rechazado tras el informe de José Antonio Conde de 16 de diciembre de ese mismo año. Falleció, rodeado de su numerosa familia, en 1816.
Para saber más
ADDISON, J., Diálogos sobre las utilidad de las medallas antiguas, Principalmente por la conexión que tienen con los Poetas Griegos y Latinos, traducción de O’CROULEY, P.A., Madrid, 1795.
BERNABÉU, S., «Pedro Alonso de O’Crouley y O’Donnell (1740-1817) y el descubrimiento ilustrado de México», Congreso Internacional «Irlanda y el Atlántico ibérico: movilidad, participación e intercambio cultural (1580-1823), EEHA y Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, del 30 de octubre al 1 de noviembre de 2008.
DÍAZ-ANDREU, M.; MORA, G., Y CORTADELLA, J., Diccionario histórico de la arqueología en España:(siglos XV-XX), Madrid, 2009.
GATELLI I CARNICER, P., El argonauta español: Periódico gaditano, 2014.
MARTÍN ESCUDERO, F., CEPAS, A. y CANTO GARCÍA, A., Archivo del Gabinete Numario. Catálogo e Índices, Real Academia de la Historia, Madrid, 2004.
ORTIZ DE URBINA MONTOYA, C., “Un gabinete numismático de la Ilustración española: La Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y Diego Lorenzo de Prestamero”, Cuadernos Dieciochistas, nº5, 2004, pp. 203-250.
PONZ PIQUER, A., Viage de España, en el que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, Tomo XVIII, Obra Póstuma, Madrid, 1794.
RODRÍGUEZ CASANOVA, I., “La Numismática en la España de la Ilustración”, en De Pompeya al Nuevo Mundo: la corona española y la arqueología en el siglo XVIII, ALMAGRO GORBEA, M., MAIER ALLENDE, J., (ed.), Real Academia de la Historia, 2012, pp. 157-171.
SALAT, J., Tratado de las monedas labradas en el Principado de Cataluña, con documentos justificativos, Tomo I, Barcelona, 1818.
SÁNCHEZ-CANTÓN, F.J., “La primera colección española de cuadros y estatuas que tuvo catálogo impreso”, Boletín de la Real Academia de la Historia, T.111, 1942, pp. 217-227.
SOLÉ, P.A., “El anticuario gaditano Pedro Alonso O’Crouley. (Su vida, su Museo y sus diálogos de Medallas antiguas, con una carta inédita a don Antonio Ponz)”, Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, Tomo 44, nº 136, pp. 151-166.
Pedro Damián Cano Borrego