Real de a 8 de Nuevo Reino 1770

Real de a 8 de Nuevo Reino 1770

Real de a 8 de Nuevo Reino 1770 260 203 admin

La prestigiosa firma española Cayón Subastas, celebró una magnífica puja de lotes de monedas españolas y mundiales el pasado 27 de febrero de 2010. Entre los lotes de piezas españolas destacaron muchas pero, de entre todas ellas, dedicaremos un par de artículos a sendas monedas de plata: los “8 reales de Nuevo Reino 1770” y las “5 pesetas Gobierno Provisional 1869 *18-69”. Reproduciremos los textos aparecidos en el soberbio catálogo, imprescindible ya para cualquier biblioteca numismática, amablemente facilitados por los autores, Cayón Subastas.

“La Gobernación de Nueva Granada fue próspera y tuvo un notable desarrollo durante la segunda mitad del siglo XVII e inicios del XVIII. Por disposición de 29 de mayo de 1717, se elevó a la categoría de Virreinato, con los mismos privilegios y honores que tenían los de Nueva España y Perú (siendo el primer período de Virreinato de Nueva Granada fue de 1717 a 1724, y el segundo a partir de 1739).

Hasta primeros del XVII, pues, la ceca de Nuevo Reino de Granada (Santa Fe de Bogotá como Gobernación) perteneció -a excepción de los periodos que Felipe V lo incluyó en el del Perú- al Virreinato de Nueva Granada, que además gozaba de otra ceca; la de Popayán. Las acuñaciones se comenzaron en uno de los más antiguos edificios de la ciudad cuyas dependencias fueron adecuadas por el ingeniero Alonso Turrillo de Yebra; tratábase de un pequeño bloque de una planta entre las hoy calle 11 y carrera quinta. Las labras de la ceca durante el siglo XVII fueron más bien escasas (para estos primeros años véase la recapitulación hecha por Friede); a primeros de la década de 1620 (1622) ya se acuñaron duros en unos tipos de hechura ciertamente particular que se modificaron en la década del cincuenta como consecuencia del escándalo de Potosí.

Con tal motivo, y no sólo en Santa Fe, se tendió -dentro de lo que cabe- a una reorganización y estructura uniforme. Así en 1651 se establece el cambio y armonización de las improntas, macuquina de cruz y columnas de Hércules. Aparece entonces el tipo único de Santa Fe con un estilo absolutamente peculiar y perfectamente diferenciable, que tiene el acierto de mostrar un diseño que permite reconocer casi siempre todos los datos identificatorios en las monedas: en realidad el tipo santafesino cumple riguroso la norma nueva al proponer en el anverso el escudo simplificado (con la diferencia de los lóbulos que aparecen en el Potosí de 1652) y mostrar en el reverso las columnas que creara Luigi Marliano con los datos de ceca, ensaye y fecha aunque sin las líneas horizontales que delimitan el espacio en el resto de cecas. Como bien sabemos, con ello se perseguía volver a ganarse la confianza sobre la moneda de plata, identificando claramente la amonedación legal, diferenciándose de las piezas falsificadas. De hecho, más tarde, se crearía el cargo de juez superintendente para controlar el trabajo de las casas de moneda, era un interventor directo del estado (concepto moderno que permitimos aplicar aquí), cuya función era hacer cumplir las disposiciones monetarias y proteger los intereses de la Corona. Durante el siglo siguiente, el XVIII, la unificación es llevada a cabo con más éxito, hasta convertirse en un rasgo claro identificador.

De 1718 fecha el privilegio obtenido por don José Prieto de Salazar para establecer por su cuenta una o más casas de moneda en el virreinato que nos refiere. Primero, se le concedió el permiso de instalación en la ciudad de Popayán (Real Cédula de 29 de junio de 1729) con la cláusula “a condición de que la fabricase de su costa”, cosa inasumible. Consta, posteriormente, la oferta y aceptación del Rey a la oferta de don Pedro Agustín de Valencia de pagar a su costa la construcción de la ceca de Popayán, ya en 1749 (¡veinte años después!). Todavía pasarán más de un par de décadas para que la ceca funcione con cierta regularidad, ya que el cierre y reapertura era una constante.

Desde 1728 (Ordenanza de 9 de junio) se va desplegando un plan general de modernización de las casas de moneda, plan que incluía a las sitas en la península y las de Ultramar. Este plan, que se complementa con la Ordenanza de 1730, durará más de 40 años hasta llegar a su perfecta instauración, que puede datarse hacia 1773. Así, las antiguas casas de moneda de gestión privada se transformaron en empresas públicas (cada ceca se regía por sus propias Ordenanzas), cosa que ya se había ejecutado en la península con la Ordenanza de 26 de enero de 1718. Eran instituciones regidas por funcionarios, que debían instaurar la mencionada armonización a través de la unificación de los procesos de mecanización industrial de fabricación y la emisión de las monedas modernas españolas; esto es, las piezas redondas con cordoncillo (según la Ordenanza de 1728, se obligó a que el cordoncillo fuera el límite de las monedas, dejando de ser de curso legal la pieza recortada; de esta forma se fijan la ley y talla de las monedas, estableciéndose en 11 dineros la ley de la plata, siendo el marco 68 reales).

Está intervención de la Corte, redujo a tres categorías los empleados de las cecas: ministros (donde están englobados los ensayadores que formaban parte del Consejo de Gobierno de las casas), maestros y peones, con unos salarios fijos atribuidos a cada uno de ellos (excepción hecha del maestro fundidor que cobraría en porcentaje directo del metal fundido), y por encima de ellos quedaba el mencionado superintendente. El nuevo esquema además implicaba que la adquisición de metal, encargo del tesorero, se realizara “a cuenta de Su Majestad”, es decir la compra la hacía directamente el Rey, el estado. Lo que antes eran derechos de señoreaje y braceaje, ahora son ingresos íntegros del Rey, siendo los gastos de la ceca su cuenta de gastos (limitándose al mínimo indispensable el personal de las cecas para evitar plantillas inútiles y gastos superfluos).

Con esta regulación exhaustiva, había de evitarse la acuñación a martillo, lo que sin duda alguna era una actualización cara y no de inmediato cumplimiento. La acuñación a volante se inició, por lo que a América se refiere, en Méjico en 1732 (con los modelos de fecha 1729 de Madrid), siendo Potosí la última ceca en adaptarse en 1767 (con un periodo de seis años de ajustes ya que, de manera regular, la producción es adecuada a partir de 1773).

Edificio de la antigua ceca de Nuevo Reino en Bogotá, Colombia.

Por lo que a Nuevo Reino se refiere, y dentro del plan de reestructuración que se implantaba, la ceca se incorporó a la Real Hacienda en 1751 (Real Orden de 13 de diciembre). Se sustituyó el antiguo tipo macuquino tan peculiar de Nuevo Reino por el irrefutable tipo columnario. La nueva ceca, actual palacio de la moneda, fue construida bajo la dirección de Tomás Sánchez Reciente e inaugurada por el Virrey Solís en 1756.

A finales del siglo XVIII, la producción media de pesos (oro y plata) de la ceca de Santa Fe de Bogotá era de 1.200.000. En los dos lustros que recogen el periodo de 1749 a 1758, sólo se tiene referencia de haber acuñado plata dos años, por peso algo superior a 1.100 marcos. La ceca siempre acuñó mucha menos plata que oro: en la década anterior y posterior a la fecha de este lote, es decir desde 1760 a 1780, la plata acuñada en la casa de moneda de Santa Fe era una proporción inferior al 10% del trabajo total (más de 14.000 marcos de plata por casi 150.000 de oro). Ello se debe a que la plata utilizada era la escoria del oro (que en abundancia se labró en Nuevo Reino) que sobrenadaba en el crisol.

En Nuevo Reino aún tardaría en aplicarse con rigor la norma filipina del columnario, ya que existen piezas de 1742 del tipo macuquino (conocemos dos ejemplares, uno sin fecha y otro con ella; los dos en colecciones privadas, el segundo procedente de la Colección Karon). El primer columnario conocido de la ceca tiene fecha 1759. Los ensayadores son JV, que corresponden a Juan de Chávez y Victoriano del Valle, ensayadores Mayor y Segundo, respectivamente. Chávez (J) y Valle (V) serán los mismos ensayadores del segundo duro conocido de la ceca, el 1762 del que tenemos constancia de unos cuatro ejemplares.

Pero algo que desconocemos ocurrió en la oficina de ensaye en 1769: sabemos de dos ensayadores en las onzas de 1769, JV y V. Al ser más escasas las onzas JV, planteamos que a primeros de año J (Juan de Chávez) cesó en el cargo, quedando como único responsable al frente del puesto de manera interina su segundo, Victoriano del Valle (V). Al reaparecer J menos de un año después, bien debemos pensar que se vio sometido a un juicio que perdió – una ausencia tan breve no se explicaría por labores en otra plaza- pues se vio relegado a cargo de segundo, de ahí que desde 1770 aparezca el orden invertido VJ (quizá el motivo sea el pleito que puso María Ana de Racaut, viuda del anterior ensayador José Prieto Salazar, sobre el puesto. El asunto ocupa de 1759 a 1766, por lo que puede pensarse que la sanción correspondiente pudiera aplicarse tres años después, si hubiera recurso). A partir de 1775 aparecerán JJ como ensayadores, se trata de Juan Rodríguez Uzquiano y Juan de Chávez.

De 1770 no se conocía pieza alguna hasta la aparición de este duro. Pero, ¿qué noticia tenemos de las labores en plata durante 1770 en Nuevo Reino? Sabemos, gracias a la documentación de la casa, que además de los años hasta hoy conocidos con moneda, también se había labrado plata los años 1761, 1763 y 1770. En el año concreto de labra de esta excepcional moneda, se acuñaron 298 marcos de plata, con un valor de 2.533 pesos; mientras que en oro se acuñaron 2.729 marcos por un valor de 371.144 pesos.

Por otro lado también sabemos que al menos antes del 12 de octubre del 70 se habían acuñado columnarios, a los que el documento al que ahora referiremos tiene como “monedas nuevas que llevaban [doce niñas ilustres] para ese fin” (como ofrenda por la inauguración de las obras del convento de Nuestra Señora del Pilar). Este documento es un apasionante relato, casi novelado, que el doctor Pedro de Saráchaga hace de los acontecimientos ocurridos en la ciudad el 12 de octubre: se trata del discurrir de las autoridades de Bogotá, primero en la misa en San Felipe Neri y después en la inauguración de las obras del citado convento que fue sufragado por doña María Clemencia Caycedo Vélez.

Hacia 1770 la ley de la plata era de 11 dineros (916,666 milésimas). Los granos de peso por marco (marca de ocho onzas -264 granos por marco-; 68 reales por marco) eran en total 4.608, siendo 4.224 de fino y 384 de liga. Es decir, el valor por marco en maravedís era de 2.178 intrínsecamente y 2.312 extrínsecamente o fiduciario. Solamente dos años más tarde, 1772, los números cambiarían; 10 dineros y 20 granos (902,777 milésimas, 260 granos por marco -4 granos menos-); y 4.160 de fino y 448 de liga. El valor por marco en maravedís era de 2.145 intrínseco (menos 33) y 2.312 extrínseco.”

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