La exposición, abierta en Madrid hasta el 3 de mayo, permite no sólo conocer piezas arqueológicas de valor excepcional, sino realizar un recorrido numismático de gran interés por los territorios asiáticos que Alejandro sometió.
El pasado 3 de diciembre se inauguró en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid una gran muestra dedicada a la figura de Alejandro Magno y su relación con Oriente. Se trata de una exposición itinerante diseñada en el museo Reiss-Engelhorn de Manhein y que ha podido visitarse también en Viena. Como señala en el prólogo del catálogo el prof. Martín Almagro-Gorbea, comisario de la muestra en Madrid, no es habitual la cantidad de piezas que se exhiben, ni mucho menos la presencia de obras procedentes de museos como el Nacional de Kabul, el Museo Nacional de Arte Oriental de Moscú o el Museo Nacional de la Antigüedad de Tayikistán.
La instalación se estructura en 10 salas que conducen al visitante a través de las diferentes culturas que conoció Alejandro en su expedición hacia Oriente. A medida que nos adentramos en el recorrido expositivo aumenta nuestro asombro ante piezas que nos revelan un mundo muy desconocido para el público español, como es el de las culturas antiguas de las actuales regiones de Afganistán, Tayikistán, Pakistán o Cachemira. Así, las salas 2 y 3 hablan del Imperio persa, las nº 4 y 5 de Babilonia; la sala nº 8 muestra la huella del helenismo en los territorios de Bactria y Sogdia, más allá del río Oxus (el actual Amu Daria) y la nº 9 recoge una cuidada selección de piezas en las que es visible el influjo del helenismo en el arte aqueménida y en la iconografía budista.
La representación de piezas numismáticas llama la atención por su abundancia y por su calidad. Prácticamente en todas las salas encontramos una vitrina con monedas, algo que no suele ser habitual y que merece la pena ser reseñado. Una gran parte de las piezas expuestas procede del Kunsthistorische Museum de Viena y del British Museum de Londres, pero también existe una nutrida representación de numismas aportados por el Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional, que difícilmente el interesado podrá volver a tener la oportunidad de ver expuestos.
En la primera sala ya nos encontramos con una agradable sorpresa: uno de los medallones del tesoro egipcio de Abukir, cedido por una colección privada griega. Esta pieza, datada en el s. III d.C., muestra en su anverso una imagen idealizada de Olimpia, la madre de Alejandro, y en el reverso una representación mitológica. El montaje permite además disfrutar de ambas caras de tan extraordinaria pieza. Cerca de ella, otra vitrina nos muestra más de una veintena de monedas con representaciones de Alejandro, desde tetradracmas macedónicas, pasando por acuñaciones de los territorios bajo dinastías helenísticas (tetradracmas y estáteras de Babilonia, Tracia, Siracusa, Odessa…) hasta llegar a monedas y medallas de bronce ya del siglo III d.C. en las que aún se encuentran diferentes motivos que remiten a él. Especialmente llamativos son los contorniatos de los siglos IV y V, en los que es visible una curiosa mezcla de iconografía clásica con un estilo artístico y epigráfico claramente bajoimperial. De este modo se nos proporciona un rápido repaso por lo que son las iconografías monetales más conocidas de Alejandro, como sus efigies tocado con la leonté que lo asimila con Heracles, con los cuernos de carnero al igual que Amón, o con la piel de elefante, para finalizar con otros tipos menos comunes que muestran escenas con sus hazañas.
El sistema monetario de los aqueménidas está representado en primer lugar por dos monedas de las más antiguas acuñaciones conocidas: una estátera de Creso, de la ceca de Sardes, del siglo VI a.C. a la que acompaña un ejemplar de plata con los mismos tipos. Junto a ellas, una serie de cinco dáricos y siclos (siglos V-IV) con los característicos arqueros en sus anversos, tipo que Alejandro decide perpetuar en su emisión de dobles dáricos acuñada en Babilonia, que completa el conjunto expuesto.
Es muy curiosa la muestra de monedas plata del imperio aqueménida oriental, con piezas del siglo V acuñadas en una ceca desconocida cerca de Kabul, con cospeles irregulares y tipos muy toscos e irreconocibles, a las que siguen emisiones en forma de lingote (c. 350 a.C.), conviviendo, al parecer, con imitaciones locales de tetradracmas atenienses con la lechuza, que se vienen fechando entre c. 400-360 a.C.
Por su parte, los territorios de Asia Menor, allá donde griegos y persas confluían, están representados por cuatro estáteras fechadas en el siglo IV de diferentes sátrapas y cecas de Cilicia y Licia.
Cuando Alejandro conquista Babilonia, pone allí a funcionar una ceca, la más oriental de su imperio, para acuñar la plata que ha confiscado a los reyes persas. Estas emisiones presentan dos tipos bien conocidos: en anverso la imagen de Alejandro representado como Heracles con la piel de león, y en reverso Zeus entronizado. El taller de Babilonia había emitido bajo el mandato de Mazaios (361-328 a.C.) tetradracmas en las que se efigiaza el Baal de Tarsos y en reverso un león, y son estos mismos tipos los que recupera en sus emisiones Seleuco I Nikator tras la muerte de Alejandro.
La sala dedicada a Bactria ilustra la difusión del helenismo en la región, entre otras muchas piezas arqueológicas, mediante una serie numismática que transcurre desde el siglo III a.C. al I d.C. y que nos muestra tetradracmas, primeramente de plata y al final de vellón o bronce, desde Eutidemo I hasta Gondofares (21-47 d.C.).
Sin duda lo más exótico para el público español son las piezas procedentes del imperio kushita, representado con monedas de oro, plata y bronce (discutible la denominación de dinar que se aplica en la exposición a las monedas de oro) de diferentes gobernantes acuñadas en las lejanas cecas de Gandhara (quizás la actual Kandahar) o Kabul y que llegan hasta el siglo III d.C.
El recorrido expositivo termina en la sala 10, donde bajo el epígrafe de “La huella de Alejandro Magno de Oriente a Occidente” se realiza un somero repaso –no podía ser de otra manera dada la amplitud del tema- por la influencia que ejerció la figura del macedonio en la posterior cultura occidental, con especial hincapié en el territorio español. De nuevo nos encontramos con otra agradable sorpresa numismática, un segundo medallón del tesoro de Abukir (aunque en la cartela que acompaña a la vitrina no se constata la procedencia), éste conservado en el Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa, que muestra en su anverso un busto de Alejandro con casco, coraza y manto. Lástima que en esta ocasión el montaje de la pieza no permite apreciar el reverso.
Otra vitrina retoma el tema de la iconografía de Alejandro en las monedas y su perduración en el Mediterráneo con piezas de diferentes dinastías helenísticas, incluido un doble siclo hispano-cartaginés atribuido a Asdrúbal, con el elefante en el reverso, que nos recuerda el gran peso que tiene el mundo helenístico en la dinastía de los bárquidas y que es especialmente visible en la iconografía monetal adoptada en sus emisiones hispanas. Los numismas aquí expuestos proceden de colecciones españolas tanto públicas (Museo Arqueológico Nacional, Real Academia de la Historia) como privadas (Jesús Vico S.A., Álvaro de la Fuente y M.C. Lorente G.).
Y si se han quedado con ganas de más, no duden en adquirir el catálogo, donde podrán disfrutar de todas las monedas por ambas caras (una reivindicación de los numísmatas a los encargados de las exposiciones, que casi nunca vemos cumplida) y de varios estudios monográficos dedicados a la representación de Alejandro en las monedas, la moneda oriental de persas a seleúcidas o la moneda de Bactria y Sogdia.
Autor/a: Isabel Rodríguez Casanova