Hace 25 años que el investigador marítimo y buceador estadounidense Mel Fisher descubrió en las costas de Florida el pecio “Nuestra Señora de Atocha” que, cargado con monedas, lingotes y objetos preciosos de oro y plata, naufragó en el siglo XVII. El Museo Marítimo Mel Fisher, situado en Cayo Hueso (Florida, Estados Unidos), celebra estos días el descubrimiento en 1985 del fabuloso tesoro que contenía el galeón español.
El tesoro del “Atocha”, compuesto por más de cien mil monedas de plata españolas y valorado en 450 millones de dólares, fue descubierto por el cazatesoros Mel Fisher, que murió en 1998, a la edad de 76 años.
“Mel Fisher, el soñador y visionario, el más grande cazatesoros, hizo lo que muchos no han hecho: realizó su sueño en vida”, señaló el museo en su web de Internet, para asegurar que su lema “hoy es el día” continúa inspirando la búsqueda del resto del tesoro.
Los descendientes del desaparecido Mel Fisher, que poseen los derechos del barco naufragado, siguen buscando un mayor botín procedente del “Atocha”, y de la goleta “Santa Margarita”, que se hundieron en 1622 cerca de Cayo Hueso, como consecuencia del impacto de un huracán mientras intentaban regresar a España.
El tesoro hallado en el “Atocha”, con más de cuarenta toneladas de plata y oro, se compone de monedas de reales de a ocho, esmeraldas, cadenas de oro, objetos preciosos y lingotes de oro y plata, explica la página Tesoros de Mel Fisher, que celebra el aniversario en Cayo Hueso con exposiciones, actos y concursos.
Según los descendientes del famoso descubridor estadounidense, unos 400 lingotes de plata y más de 100.000 monedas podrían permanecer todavía depositadas en el suelo marino.
La colección que se muestra en el Museo Marítimo fue establecida por Mel Fisher, quien donó al museo tesoros y objetos históricos valorados en más de 20 millones de dólares: lingotes de oro y plata; más de 4.000 monedas de plata; un cáliz de oro, conocido como la “copa del veneno”; y una cruz de oro de seis pulgadas de largo con engastes de las más preciosas esmeraldas del mundo; además de espadas, cañones, ceramios y efectos personales de la flota de 1622. Desde entonces, la familia Fisher y muchos otros contribuyentes han donado a la sociedad objetos de los restos de estos naufragios.