La subasta de Cayón del pasado martes se saldó con las espectaculares adjudicaciones de los cincuenta reales, un gran colofón para un remate que estuvo plagado de subidas inesperadas y que rozó el pleno de ventas.
Hacía tiempo que no se recordaba en Madrid una subasta tan animada como la que tuvo lugar la tarde del pasado martes 28 de abril en el hotel Ritz. Coleccionistas y comerciantes españoles y extranjeros se dieron cita allí atraídos por una oferta de lo más atractiva, por no decir histórica, ya que no se recuerda que se hayan sacado a la puja nada menos que trece cincuentines en una misma subasta. Pero hasta llegar allí pasaron más de cinco horas de un apasionante remate, con continuas subidas de cartón, que tuvieron como consecuencia unos resultados excelentes de los que les ofrecemos algunos ejemplos.
Ya en el lote número 1, el doble castellano de los Reyes Católicos, se vio que las pujas iban a estar muy animadas, puesto que pasó de sus nada despreciables 15.000 euros de salida a 36.000 de martillo.
De este primer capítulo, con más de medio millar de piezas de oro del imperio español, se adjudicaron todos los lotes menos uno, y prácticamente todos muy por encima de los precios de salida. Por ejemplo, la onza de Méjico de Felipe V de 1747 (lote nº 54), subió desde 4.000 euros en catálogo a 8. 500 de remate.
Estos otros ocho escudos de Nuevo Reino (lote nº 189) de 1763, en excelente estado de conservación, vieron cómo su precio se elevaba desde los 1.800 iniciales hasta unos nada despreciables 7.700 de martillo. Y su compañera de 1766 (lote nº 190), desde 2.000 a 6.100.
Otro ejemplo más, la onza de Guatemala de 1794 (lote nº 252), muy rara, pasó de 3.000 euros en catálogo a 8.200 de martillo. Y no fueron escasas las piezas que multiplicaron incluso por cifras de dos dígitos sus precios de salida.
El siguiente gran capítulo, el correspondiente a la colección de ocho reales del Real Ingenio, se saldó si cabe con mejores resultados, ya que proporcionalmente los precios subieron mucho más. Tan sólo un lote retirado quedó sin vender en esta parte, cuyo remate se prolongó bastante más de lo previsto. Como una pequeña muestra de lo que les estamos contando, vean tan solo tres ejemplos.
Los ocho reales de Felipe IV de 1630 (lote nº 538), con la marca P de Esteban Pedrera, pasaron tras las sucesivas pujas de 500 euros en catálogo a 3.800 de remate.
De Carlos II, este duro con fecha 1683 sobre 2 (lote nº 580), en un estado de conservación absolutamente fuera de lo corriente, subió desde 650 euros a 4.800, lo que significa que multiplicó por más de siete su precio de salida.
Y no muy lejos se quedó en porcentaje de subida este otro real de a ocho de los denominados “de María” (lote nº 584),que fue adjudicado en 4.200 euros, cuando su puja mínima estaba fijada en 750.
Con toda esta animación en las pujas, con continuas subidas de cartón tanto presenciales como por teléfono e internet, el remate de los trece cincuentines se retrasó más de una hora con respecto del horario previsto. Pasadas las diez de la noche comenzó el colofón de este gran remate y se demostró que los postores aún tenían fuerzas para pujar por estas exclusivas piezas.
Así, la mayoría de ellas fueron adjudicadas por más del doble de su precio de salida, e incluso por más del triple y solo tres se quedaron en su puja mínima. La puja más emocionante se produjo con el cincuentín de 1626, con continuas subidas de cartón desde los 25.000 en catálogo hasta que el martillo cayó en 80.000 euros.
No quedaron muy lejos el de 1651, que subió desde 35.000 en catálogo a 72.000 de martillo, y el de 1620, que desde 25.000 de puja mínima alcanzó los 71.000. Estas tres piezas ocuparían el podio de las mejores adjudicaciones, pero todas quedarán en la memoria de esta subasta que se recordará durante mucho tiempo.